VIERNES 24 Y SÁBADO 25. PRIMAVERA SOUND 2013. Por Marc Muñoz
VIERNES 24: El viernes trajo consigo una ola de frío siberiana que se plantó sobre las instalaciones del Fórum, provocando alteraciones acusadas en los looks habituales del festival, y empujando a la gente a buscar cobijo corporal en las áreas más densas de los conciertos.
Nick Waterhouse: El norteamericano Nick Waterhouse se apoderó de la cuota soul del festival con un concierto que justifica el esfuerzo de aquellos que madrugan para citarse con las propuestas vespertinas. R&B, oldies y mucho soul para un concierto contagioso y revitalizante. Apoyado por un coro femenino, guitarras e instrumentos de viento, este joven soulman agitó el buen ánimo de los asistentes, y se reivindicó como una de las figuras más atractivas del neo-soul.
Peace: Peace es el clásico cuarteto guitarrero inglés del que NME y satélites musicales colindantes necesitan alimentarse: Jóvenes, look molón, actitud irreverente, un par de singles adhesivos, descaro juvenil sobre el escenario, etc. Sin embargo, más allá de los elementos que los acreditan como el hype de turno, en el Primavera demostraron también ser una formación más compacta de lo que se podría entender por sus señas. Entroncados en el indie-rock de guitarras estridentes, percusiones furiosas y alaridos joviales, Peace supo mutar de piel, dosificar el ritmo con inteligencia, e incluso desmarcarse con nubes densas de guitarreo, distorsión y alguna gota de ácido. The Vaccines y Foals tiene a un nuevo competidor en su casa.
Daughn Gibson: El pop melodramático de Daughn Gibson fue una de las mejores tomas de contacto que brindó el festival. El apuesto cantante norteamericano captó la atención del público congregado en el escenario Pitchfork con un ajustado cruce entre electrónica, country, rock y alma crooner. La afligida, soberbia e impostada voz de Gibson fue el motor desde el cual giró su sonido, y su principal fuente de magnetismo. El de Pennsylvania también supo defenderse con el órgano, y estuvo siempre bien secundado por un guitarra y un batería. Especialmente brillante fue la demostración de slide guitar que ofreció el guitarra. Un momento que sumó en un directo ascendente, al que Gibson supo imprimirle la intensidad y el tono adecuado, a la vez que desplegaba su peculiar crossover genérico y se dejaba arrastrar hacía paisajismos instrumentales hipnóticos, densos e intensos, que por momentos, parecían haber sido compuestos por Angelo Badalamenti.
James Blake: El nuevo héroe del post-dubstep se plantó en el escenario principal con todos los honores de alguien que en apenas tres años, y 24 años a sus espaldas, ha visto crecer exponencialmente su popularidad y cotas de aprecio. La misma que le profesaba todo un gentío aplegado en las inmediaciones del escenario, por propia sorpresa del músico inglés. Lejos de amenguarse, el imberbe cantante se creció ante el reto con un show planteado en formato trío, donde sus gemas de pop electrónico intimista se dispusieron para erizar vellos. Lejos de ver reducido el impacto en escenario tan grande y audiencias tan amplias, Blake supo doblar la intensidad de su música, con unos graves imponentes, unos sintetizadores hechizantes y una voz magnética. El resto de este directo sobrio, íntimo y gozoso, lo pusieron gemas del tamaño de “Limit to your love”, “CMYK”, o lo más aplaudido de su reciente nuevo título: “Overgrown” y “Retrogarde”, con la que concluyó la cita.
Blur: El concierto más multitudinario dejó un regadero de valoraciones encontradas, probablemente, todas ellas influenciadas por la distancia o la ubicación concreta que ocupase uno en la larga explanada Heineken. La ocasión se merecía la concentración masiva… los iconos del brit-pop pisaban de nuevo los escenarios españoles 10 años después de la última vez, y concientes de ser el plato fuerte de la jornada…y del festival. Y así lo entendieron con un arranque explosivo de la mano del himno generacional “Girls and boys”, chupinazo de lujo para una fiesta que se alargaría a la hora y media de concierto, con bis incluido, y que provocó el contagio gradual a medida que iban dispensado sus inmortales hits y la gente se sumaba a los coros. Albarn demostró no haber perdido ni un ápice de su carisma encima de los escenarios, y se volcó en cuerpo y alma en su labor de frontman. Pocas miradas cómplices y guiños entre él y Graham Coxon, pero nada que hiciera resentir un sonido intenso, bello, emocional, energético y engrasado que encontró su equilibrio entre las baladas hermosas y las píldoras de brit-pop contagioso. Llegando al culmen en temas como “Coffe and TV”, un “Parklife” que desató de nuevo la euforia o el contrapunto íntimo y hermoso de “Under The Westway”, para terminar con el único bis permitido en todo el festival, con “The Universal” y “Song 2”, redondeando así una de las actuaciones especiales del PS.
The Knife: La noche siguió con el concierto más polémico del festival. La presencia de los hermanos Dreijer en el escenario Primavera sigue siendo a día de hoy una incógnita. Lo que no lo es, es la colorida, festiva, surrealista e intrépida performance de unos bailarines que parecían haber salido del Cirque Du Soleil, bailando al ritmo de la música de The knife. Si la música estaba pregrabada o emanaba por mérito propio de los dos hermanos (escondidos por alguna parte) es algo que no se sabe aún a ciencia cierta, aunque un servidor se inclina a pensar en la primera opción. Más allá de la desfachatez o no de su propuesta, su show cuajó entre el público escéptico y anonadado, debido a la contundencia con la que sonaron los temas, y la empatía desconcertante de esos bailarines danzando y moviéndose sin parar al ritmo que marcaba la música. Un pseudo fiasco que paradójicamente permitió disfrutar a otro nivel del electro pop magnético de esta formación.
Disclosure: La insultante edad de los hermanos Lawrence no fue un impedimento para entregarse a sus beats musculosos, a sus líneas sintéticas adhesivas y a un pulso rítmico arrollador. Disclosure aporrearon las mentes nublosas y los cuerpos frágiles de las últimas horas de la madrugada con un olfato milagroso por el house arrebatador, el garage y el 2step quema suelas. A sus 19 años, y con un recién salido LP, los dos ingleses facturaron nuevos clásicos de la escena de baile como “White noise” o “You and me”.
SÁBADO 25: La ola de frío siguió golpeando las carnes flácidas de los asistentes al mismo tiempo que las defensas empezaban a hacer mella. Pese a todo, aún se pudo reunir algo de fuerza para continuar con lo que la última jornada (la más floja de las tres, con diferencia) había dispuesto.
Dead Can Dance: Lisa Gerrard y Brendan Perry salieron al escenario con un look más propio de Juego de tronos que de una persona del siglo XXI. Algo acorde a un discurso musical entroncado en una época medieval de influjos esotéricos y fantasmales. Una propuesta ideal para ser consumida en la tranquilidad del hogar, pero que el sábado también demostró su capacidad para no debilitarse en los grandes recintos. Su ambiental y tétrico sonido fue absorbido por el público ahí congregado en un directo que encaminó su set list hacía buena parte de su último disco, pero que también reservó espacio para sorpresas como “Song to the siren” (versión de Tim Buckley) con la que pusieron punto y final al encuentro.
Wu-Tang Clan: La plana mayor de MC’s norteamericanos se desplazó a Barcelona para resucitar una de las formaciones de hip-hop más influyentes de la historia con motivo del vigésimo aniversario de “Enter The Wu-Tang”. Ghostface Killah, RZA y compañía asaltaron la ciudad condal con sus rimas afiladas y contundentes, demostrando en todo momento una actitud irreverente a la altura de su leyenda. Bajo el ritmo inmaculado que marcaba un prodigioso Dj, el colectivo neoyorquino apisonó un concierto de ritmo endiablado, en el que pronto dejaron caer mitos como “C.R.E.A.M”, pero del que supieron mantener la pistonada alta, y hacer vibrar con ello un público muy entregado y partícipe. No faltaron “Barcilona, make some noise”, los descorchaos de champán y los alegatos fumetas, en un concierto previsible pero efectivo.
Wu Tang Clan. Foto: Eric Pamies
Dan Deacon: El extravagante músico norteamericano causó un pequeño seísmo con una actuación desatada al humor y al ritmo contundente que proporcionaban dos baterías, el sintetizador esquizoide que controlan las manos de Deacon, y su propia voz tratada y manipulada hasta el paroxismo. El de Deacon fue uno de los espectáculos más divertidos del festival, no solo por el congenio logrado con el público, sino por la vis humorística desplegada por el músico, quien no dudó en dar agradecimientos a la luna o en pedir coreografías imposibles entre los asistentes. Más allá del plano cómico y festivo, Dan Deacon también correspondió con muchos quilates musicales a través de su electrónica psych de ritmo arrollador, desplegando con maestría algunas de las extensas y majestuosa suites de su reciente LP “America”. Triunfo absoluto para el alocado Deacon.
Dan Deacon. Foto: Pablo Caballero
Dj Coco: La despedida a cargo de la sesión de Dj Coco es un ritual indisociable a la liturgia del Primavera Sound. Pese a que ésta transcurre siempre por cauces manidos y casi inmutables, estas despedidas suelen crear un inusual clima de satisfacción y comunión entre los partícipes. Como la catarsis festivalera de los que han logrado sobrevivir a tres largas jornadas, o el reencuentro entre caras conocidas y familiares en armonía y con un mismo objetivo: el baile, el desenfreno y la euforia a la que te transporta la música…
Fotos people: Pablo Caballero