Abel González inició su carrera como bailarín de danza española. Sin embargo, la fotografía se cruzó en su camino. A su temprana edad, ya ha conseguido fusionar sus dos pasiones de forma elegante y bella.
A pesar de su corta trayectoria artística, la obra fotográfica de Abel González ya destaca por su sensibilidad y belleza. Dos adjetivos comúnmente vinculados al mundo de la danza, mundo del que Abel procede. Su carrera dancística se inició a los 7 años y, a los 10, su fuerte impulso artístico le llevó a interesarse por la fotografía y el mundo audiovisual. Hoy, ambas disciplinas ocupan un lugar preferente en la vida de este artista.
Su obra, aunque breve, transmite una madurez extraordinaria que augura un gran porvenir artístico. “Qorazón” y “Cojo la manzana, la como, la piso y ¡Olé!” conforman el repertorio de un prolífico 2022; en este 2023, Abel González nos toca la fibra con un delicioso proyecto: “Plié-gue”
“Plié-gue” (2023) pretende mostrar de forma elegante y delicada su admiración hacia la tela y su forma, para ello utiliza la danza como herramienta de representación. A través de ella, con técnicas del paso a dos, Abel González nos muestra cada detalle de la prenda en cuestión. Cada pliegue, cada arruga transmite un mensaje que despierta los sentidos.
En vísperas de su llegada a Japón, donde trabajará como bailarín bajo la dirección del coreógrafo Daniel Doña, Abel nos habla sobre sus inicios, su obra y su futuro inminente.
Tu formación como bailarín se inició a muy temprana edad ¿Cuándo se cruzó la fotografía en tu vida?
Abel González: La fotografía entró en mi vida de una forma muy orgánica y sutil. Recuerdo que mi madrina a los 10 años, cuando hice la comunión, me regaló una cámara compacta azul muy bonita de Canon. Yo esta cámara la utilizaba para fotografiar las cosas que me gustaban en ese momento y que me divertían: fotografiaba a mi hermana mucho, porque siempre lo hemos pasado genial juntos, imitábamos escenas de películas o anuncios que nos hacían gracia, el momento “pelo Pantene” era nuestro favorito y recuerdo hacer muchas fotos a mis muñecas también: las vestía, les pintaba la cara, les ataba el pelo… y ponía una tela o un papel bonito detrás y disparaba la foto.
Unos años más tarde, cogía una cámara que tenía mi padre, semireflex, esta vez de Nikon, con la que hacía fotos a mis compañeras de danza o a mi familia y ahí yo creo que fue el momento en el que se cruzó la fotografía en mi vida, ya que desde entonces siempre ocupa un espacio creativo en mí que le reservo con mucho cariño, compaginándolo con la danza y los estudios.
Después continuaste formándote en este medio ¿verdad?
Abel González: Primero estudié un Grado Superior en audiovisuales en Valladolid simultáneamente a mis dos últimos años de la carrera de danza. Mi contacto con la cámara no había tenido nunca una ambición por convertirme en fotógrafo como tal, a mí también me gustaba mucho grabar vídeos y utilizaba la cámara para poder capturar ejercicios creativos ya que siempre encontré en ella una herramienta que me permitía crear y además, captaba mi dispersa atención enormemente.
Este último año en la Escuela TAI en Madrid, con el máster en fotografía Artística y Documental, ha cambiado mucho el cuento. He descubierto un respeto muy grande por la fotografía como disciplina, y todos los referentes que me han brindado y la ilusión de algunos profesores con la que te los trasmitían, ha hecho vibrar una luz que posiblemente sí que se dirija a ese personaje fotógrafo.
¿Qué sensación te proporciona la fotografía que no cubra una disciplina como la danza?
Abel González: La posición en la que te colocas. En la danza estás expuesto, tu cuerpo está expuesto todo el rato, a un público, a un maestro, a ti mismo en el espejo… En la fotografía estás detrás; lo que expones es la imagen… si quieres, y si no quieres la dejas en tu disco duro o la destruyes. Por eso pienso que tener un pie en cada “mundo” te hace un ser empático. Tanto con lo que fotografías, como con lo que danzas.
Respondiendo a la pregunta, la sensación era de tranquilidad, de despreocupación, ya que me lo tomaba como un juego en el que si fallabas nadie perdía. Un juego muy intuitivo, la verdad.
“Qorazón” (2022), “Cojo la manzana, la como, la piso y ¡Olé!” (2022) o “Plié-gue” (2023). En todos tus proyectos la danza aparece de fondo o en primer plano. ¿Entra en tus planes probar otros caminos?
Abel González: En todos estos proyectos la danza nunca fue la idea, nunca fue un plan. La danza aparece como un recurso al que me agarro para saber cómo hacerlo. Para saber cómo continuar. Cuando no sé cómo se hace algo, en la danza muchas veces encuentro esa respuesta. Para mí es lenguaje, y hay cosas que en el lenguaje de la imagen todavía no comprendo, pero traducido al dancístico me resulta más simple. Yo casi casi aprendí a hablar agarrado a una barra de ballet, mis primeras palabras y mis primeros pliés por poco se solapan. Entonces la danza en mis proyectos no tiene una labor quizás tan creativa, sino más bien metodológica.
Probar otros caminos siempre. Tengo muchas inquietudes. Sin embargo, la danza se viene conmigo; que luego aparezca más o menos en la obra eso es otro cantar…
¿Qué temáticas te suelen interesar? ¿Qué te inspira?
Abel González: Ahora mismo me interesa mucho la honestidad. Me atraen esas fotografías en las que el fotógrafo hace una foto de algo que realmente le gusta y trata de cuidar mucho la superficie en la que va a ser representada. Por ejemplo, hay una foto de Deo Suveera en la que aparece una cuchara, algo desgastada, y es una foto que está tan bien hecha que yo puedo quedarme mirando esa cuchara durante mucho tiempo. Tiene muchos detalles. Para mí es sensible, y creo que lo es porque este chico le tiene un cariño especial a ese objeto y trató de respetarlo en esa fotografía.
También está el proyecto de Sally Mann Faces en el que retrata las caras de sus hijos mediante una técnica que requería una exposición muy larga, creo que cerca de los 6 minutos, durante todo este tiempo ellos tenían que estar mirando a la cámara muy quietos; pienso que el resultado son expresiones muy reales. Al final, si tienes que estar tanto tiempo mirando a una cámara dejas de posar, te relajas y esas miradas se vuelven de verdad. Sally Mann es honesta hacia esas fotos, son sus hijos, eso es real, eso me interesa y me inspira mucho.
“Qorazón” (2022) es el título de un proyecto tuyo en que te cuestionas la forma de consumir imágenes en la actualidad. Ante la saturación de imágenes ¿Qué crees que debe tener una fotografía para poder destacar?
Abel González: Un espacio limpio y un motivo real para haberla tomado. Con lo del espacio pienso en Instagram por ejemplo. Tu expones ahí una fotografía y esta convive con muchas imágenes que a lo mejor no son sus mejores compañeras. Igual una fotografía no consigue destacar entre una foto de tu tía comiéndose una pizza y un selfie pedigüeño de likes de alguien que ni conoces. Además, personalmente pienso que hay que dirigir la fotografía a entornos más amables y empáticos, que no tengan un interés ególatra detrás. ¿Cuáles son? Aún no lo sé… Instagram ya no es un lugar para la fotografía es un lugar para lo social mediante la imagen.
“Plié-gue” (2023) es el título de una bonita y delicada obra que muestra la relación entre el vestido y el cuerpo ¿Que inspiró la creación de este proyecto?
Abel González: Este proyecto ha sido un ejercicio de simplificación brutal. Es la primera vez que he desarrollado una idea preocupándome, y posteriormente ocupándome, del resultado fotográfico. La idea surge por tener que presentar un proyecto TFM para el final del curso. Un curso en el que ha cambiado por completo mi manera de entender la imagen. Ha sido un proceso de crear un proyecto a la vez que se destruían mis ideas y adquiría otras nuevas.
Durante la búsqueda de la idea, empezó con una narrativa excesiva en la que yo le ponía ropa a una modelo y la deformaba: arrugaba las prendas o las abotonaba mal para conseguir unos pliegues bonitos. En estas fotos también pretendía sacar un retrato de la persona, situarla en un contexto actual y tratar de hacer un ejercicio “artístico” cuando lo que realmente me interesaba era la forma de las prendas.
Quien mucho abarca poco aprieta y no fue hasta que simplifiqué al máximo la idea, que pude preocuparme de la imagen que estaba obteniendo y pude aplicar lo que los profesores me enseñaban. Entender que en ese momento no era fotógrafo sino, estudiante de fotografía y afrontar el proyecto como tal, fue clave para conseguir esas imágenes. Realmente la inspiración viene de la ilusión por el aprendizaje vocacional. Lo que inspira el proyecto es el vestido y querer fotografiarlo súper bien.
El proyecto fotográfico se vio ampliado con la creación de un film que fue expuesto en Roma el pasado año. ¿Tienes prevista alguna exposición en España?
Abel González: Justo ahora estamos preparando una exposición colectiva con mis compañeros del máster en Galería Nueva el 23 de noviembre. Después de esta exposición no tengo prevista ninguna otra, si llega alguna será bienvenida ¡claro!, sin embargo, mi foco ahora mismo no está puesto en la exposición de la obra si no en el aprendizaje en la materia, no siento que esté en ese momento.
¿Cuáles son tus influencias tanto en la danza como en la fotografía?
Abel González: En ambas: mis maestros. Que se cuentan con los dedos de una mano y también, todo lo que veo. Me influye mucho lo visual: en el teatro, en casa, en la calle, en un libro, en una revista, en una película, etc. Mis referentes en la danza serían Alexander Ekman, Rocío Molina y Peeping Tom. En la fotografía destacaría a Nigel Shafran, Felipe Romero Beltrán y August Sander.
El próximo año vivirás en Japón para trabajar bajo la dirección de Daniel Doña. Además de tus proyectos escénicos ¿Tienes en mente algún proyecto audiovisual?
Abel González: ¡Qué va! Ahora mismo cuando pienso en Japón en mi cabeza solo está el vértigo de irme tan lejos durante tanto tiempo y la responsabilidad de estar a la altura dancísticamente del espectáculo. Al final, es un ejercicio cultural muy bonito en el que desde aquí les llevamos la danza española y quiero hacerlo bien. Conociéndome sé que en cuanto esté acomodado allí y empiece la estabilidad alguna idea llegará, siempre llegan… ¡Imagínate! Voy a tener los sentidos alteradísimos.
¿Qué le pides al 2024?
Abel González: Alegría y mucha risa (de la de verdad).