La marca de luminarias californiana Gantri encarga a 3 estudios de diseño españoles nuevas piezas para su colección.
La marca californiana se fija en tres estudios de diseño de producto españoles para encargarles nuevas lámparas. Silvia Ceñal con sede en San Sebastián, Carlos Jimenez con estudio en Almería y Bambú Studio ubicado e Alicante han sido los autores de algunos de los diseños recientes de la marca norteamericana de luminarias.
Gantri utiliza polímeros de origen vegetal
La caña de azúcar es el material que utiliza la editora Gantri para fabricar sus lámparas. A partir de esta planta crean un polímero que usan sus impresoras 3D. Esto hace que se reduzca la emisión CO2 en un 75% y también los efectos nocivos asociados al plástico.
Imágenes superiores: Lámparas Cloche de Bambú Studio
Colaboraciones con diseñadores internacionales
Gantri manofactura bajo demanda, por lo que la producción es mucho más racional. Gantri está establecida en California pero trabajan con diseñadores de todo el mundo. Curiosamente para el diseño de sus últimas colecciones ha llamado a 3 estudios españoles.
Quizá sea porque la visión mediterránea del diseño tiene cada vez más adeptos en el mundo. Una de estas colaboraciones ha sido con la diseñadora, establecida en San Sebastián, Silvia Ceñal que ha creado la pieza Drops. Es una luminaria con dos versiones, una de mesa y otra de pie, que conecta de alguna forma con los años 80’s.
Imágenes superiores: Modelo Granada del diseñador Carlos Jiménez
Otra colaboración de la marca norteamericana ha sido con el diseñador Carlos Jiménez, con sede en Almería, que ha diseñado Granada, una luminaria con versión de mesa y de pared que está inspirada en los farolillos tradicionales de la ciudad de la Alhambra.
Por último, Gantri ha buscado en Alcoi (Alicante) para fichar a Bambú Studio. La propuesta de los alicantinos se llama Cloche y nos transporta de alguna manera a los años 70’s y a la visión que había en aquel momento del futuro.
Imágenes superiores: Modelo Drops de la diseñadora Silvia Ceñal
Los precios oscilan desde los 190$ las piezas pequeñas, a unos 390$ las más grandes. Las tres propuestas trabajan un concepto orgánico y minimalista que aprovecha todas las cualidades de la impresión 3D. Su polímero vegetal es más seguro que el petróleo, más duradero que el vidrio y esto es un rayo de luz para el mundo de la sostenibilidad.