Lourdes Hernández —en el pasado conocida como Russian Red— se pone a las órdenes de la directora y guionista Andrea Bagney en “Ramona”, el debut en el cine de ambas. Charlamos con ellas sobre cómo ha sido esta catarsis alquímica que solo ocurre las primeras veces.
Si hay algo especial en esta vida, eso son las primeras veces. Los nervios, la inexperiencia, las aproximaciones inocentes y, sobre todo, la ilusión de adentrarse con los ojos vendados en lo desconocido. Lo primero no necesariamente es lo mejor, pero si tiene una magia y una alquimia particular. En el cine funciona igual. El proyecto debut de un director contiene todos esos dejes de la inexperiencia pero representa un amor por lo fílmico amplio y sin ambages. No todo es la perfección. A veces pesa más la emoción. Ramona, primer largo de la realizadora Andrea Bagney, es el ejemplo claro de que las primeras veces si pueden ser obras maestras rotundas.
Ramona es una suerte de relato detenido en el espacio y en el tiempo y, a la vez, testigo fiel de nuestra realidad más actual. Un canto al amor, la libertad con cabeza y a la devoción por el cine. Andrea, como guionista y relizadora del filme logra crear un cuento delicado que, en poco más de 80 minutos, nos transporta a lugares emocionales que todos alguna vez hemos transitado como propios.
La protagonista —una Lourdes Hernández en estado de gracia— logra en cada plano movernos suavemente entre el entretelado de esta preciosa historia con ecos madrileños, ambientada en el castizo barrio de Lavapies. Hernández nos sorprende y nos deja en más de una ocasión con la boca abierta, incrédulos de que esta sea su primera experiencia en el cine. Su presencia expansiva en todos y cada uno de los fotogramas de Ramona demuestra su enorme talento, que va in crescendo a lo largo del metraje, momentos musicales incluidos.
Ramona es una de esas pequeñas joyas que se queda con nosotros para siempre. Y para disfrutar de una visión desde dentro y completar intenciones y significados, hemos charlado con Andrea Bagney y Lourdes Hernández.
Lourdes Hernández en un momento de Ramona por Jose Señorán
Andrea Bagney, directora y guionista de Ramona
¿Cómo fue el proceso creativo de Ramona? ¿En qué momento surge la idea y cómo decides que tienes que convertirla en tu primer largometraje?
Primero decidí que iba a escribir un guión que fuera, como diría Jonás Trueba, “Cine posibilista”. Es decir, un guión que yo pudiera rodar con muy poquito apoyo. Escribí el tipo de película que en ese momento me hubiera apetecido ver a mí: una especie de El Apartamento o de comedia de Woody Allen, pero en Madrid, y protagonizada por una mujer. El proceso de escritura fue muy libre porque escribía solo para contentarme a mí misma. Ha sido duro llevar a cabo este proyecto de manera tan independiente, pues yo misma soy productora, post-productora y ahora, hasta distribuidora. Pero a cambio he sido totalmente libre. He hecho lo que me ha dado la gana a nivel creativo.
La película está ambientada en Madrid. Podríamos decir que la ciudad se comporta como un personaje más: con planos propios, hablando de sus barrios, bares y hasta de su delincuencia y realidades sociales. ¿Siempre tuviste claro que Ramona tendría que ocurrir en Madrid? ¿En qué punto de la escritura tuviste claro que tendría un papel más protagónico que testimonial?
A mí me interesa un tipo de cine que nos hace soñar, y aunque busco que el espectador se sienta reflejado en los personajes que está viendo, también busco que se adentre en un mundo donde la vida es más bonita que nuestra vida real. Por ello, aunque hablemos de los narco pisos de Lavapiés, he intentado realzar Madrid, mostrarla en todo su esplendor. Pienso que París y Nueva York ocupan un lugar muy especial para muchos de nosotros por la imagen de ellas que nos han creado los cineastas. Yo quería poner a Madrid ahí arriba. Siempre concebí el comienzo de la película como una contestación a Manhattan de Woody Allen.
Imagen: Jose Señorán
Al hilo de las ciudades y de las ambientaciones en el espacio y en el tiempo, Ramona grita Nouvelle Vague y tiene tintes de un París sesentero con un filtro castizo. ¿A qué se deben estas decisiones estéticas alejadas de los parámetros de la actualidad? ¿Qué cine y películas te han inspirado?
Al escribir Ramona, quería hacer una película clásica. Pienso que en este mundo de plataformas, series y TikToks, los cineastas tenemos la obligación de alejarnos a nivel formal y estético todo lo que podamos de los parámetros dominantes. En la dirección que sea. Ramona nació en mi mente en blanco y negro porque sus referencias directas (Billy Widler, Manhattan, Frances Ha) son en blanco y negro. Yo quería que Ramona, el personaje, pareciera una estrella del Hollywood de los años cuarenta, aunque viva en Lavapiés y sea torpe. Creo que mucha gente piensa en la Nouvelle Vague por el 16mm, por la relación directa con las calles y la ciudad y porque los personajes no son reyes, espías ni superhéroes, sino personas normales que viven en las ciudades modernas, tratando de buscarle el sentido a la vida. Ese cine está en mi subconsciente muy grabado, pero no hay una película concreta de la Nouvelle Vague que haya servido de referencia para Ramona, sino más bien ese espíritu de contar historias aparentemente pequeñas.
El apartado técnico es uno de los culpables de esa ruptura del contexto temporal. ¿Por qué decidiste filmar en analógico y en un formato en desuso como los 16mm? ¿Qué buscabas volviendo a la tradición del cine para contar esta historia con un discurso atemporal pero a la vez tan actual?
Para mí, el hecho de rodar es un acto poético en sí mismo, y yo quería homenajear al cine en sí, al medio, a tantos cineastas que han filmado antes que yo. Casi todas mis películas favoritas están rodadas en celuloide, y yo quería emular esas películas. El analógico crea imágenes con una densidad y una magia que no se puede añadir en post-producción. Además, la dinámica del rodaje es tan distinta, que casi me parece que rodar en analógico o digital son dos artes diferentes. Como solo podíamos hacer dos tomas, cada vez que se daba acción aquello era mágico. La energía de muchas personas estaba unida y focalizada en un instante, y eso se palpa. Genera una tensión en los actores, que salen ahí con miedo, con valor, teniendo que incorporar cada cosa que sucede, que dota a la película de fragilidad y verdad. Esto es gracias al celuloide. Yo ya no puedo imaginar rodar en digital.
Ramona, interpretada por Lourdes Hernández © Jose Señorán
Lourdes Hernández es sin duda uno de nuestros tótems de la cultura pop. Un icono madrileño. ¿Cómo decides que, sin haber actuado en ningún largo, se convierta en la protagonista de tu ópera prima? ¿Cómo surge esa conexión?
Yo buscaba una actriz que nos enamorara a todos: una Shirley MacLaine, una Diane Keaton. Buscaba y buscaba, pero no había manera. De repente, YouTube me sugirió un vídeo donde Lourdes está cantando, un acústico, sin maquillar, en directo, y su energía me atrapó. Yo, la verdad, conocía sus canciones pero no sabía quién era, ni qué aspecto tenía. Vi horas y horas de entrevistas y conciertos, y leí que vivía en Los Ángeles y que quería ser actriz, así que le mandé el guión. Hemos hecho esto juntas confiando la una en la otra. Yo sabía que una persona que canta frente a diez mil personas es valiente y fuerte, así que yo estaba convencida de que era la Ramona perfecta. Creo que nunca he conocido a nadie con tanto talento. Para mí fue un regalo de los dioses que Lourdes cayera así en mi vida, y siempre le estaré muy agradecida.
Conociendo un poco la trayectoria de Lourdes, podemos apreciar que en Ramona hay bastante de sus propias vivencias. ¿Qué hay de ti en Ramona? ¿Qué has dejado impreso de ti misma en el personaje?
Todas las similitudes entre Ramona y Lourdes (una cantante que ya no canta, una chica que empezó a estudiar traducción), son totalmente casuales. Esto es parte de la magia de la película. Parece que Lourdes estuviera predestinada a hacer este papel. El personaje tiene mucho de mí, sobre todo su sensibilidad, sus miedos, sus sueños. Pero biográficamente tenemos vidas muy diferentes. También Bruno, el personaje del director, tiene mucho de mí. Más que en los personajes, creo que la película entera es un ejercicio muy personal. Por eso ahora me siento tan expuesta. No era consciente cuando me embarqué en esto del vértigo que produce. Al mismo tiempo, pienso que sólo se puede crear algo valioso desde ahí, desde la sinceridad absoluta. Tarantino dice que hay que contar lo que nos da más vergüenza. Así que para el próximo guión estoy haciendo el listado (risas)
© Jose Señorán
Lourdes Hernández, protagonista de Ramona
Creo que hablo por todes cuando digo que ha sido un descubrimiento sobresaliente verte en la pantalla. Ramona es tu primera película como protagonista. ¿Qué has sentido al dar vida a este personaje que está tan lejos y, a la vez, tan cerca de ti?
Ha sido una experiencia preciosa. Ha sido un viaje que me ha traído de vuelta a Madrid y a mí misma. Siento que últimamente cuando estoy preparando algún personaje (porque ya estoy preparando un nuevo personaje) encuentro en la interpretación un viaje de autoconocimiento, es decir, conectar con las partes de mi que más tienen que ver con el personaje y subirles el volumen y, a veces, al hacer esto es cuando descubro cosas de mi misma, por así decirlo. Ramona es un personaje que sí, está muy cerca y muy lejos de mi, y en realidad la exploración de todos los personajes siempre hay que encontrar puntos en común, ya que al final es una búsqueda de humanidad. Sin esos puntos en común creo que no podemos interpretarlo.
La música y el cine están unidos, pero a la vez son equidistantes. ¿En qué momento decides que quieres actuar y cómo llega a ti este papel maravilloso?
Para mí hacer música nunca ha sido una cosa absolutamente impermeable sino todo lo contrario. De hecho, desde muy al inicio, yo tenía claro que no era la única cosa que iba a hacer en la vida. Simplemente, que las cosas se han ido colocando en su sitio. Yo me empecé a formar haciendo clases de clown y de interpretación y danza, todo esto mientras estaba en LA, desde la investigación, sin tener un proyecto concreto, aunque secretamente siempre tuve la fantasía de que algún día me iba a llegar una peli como la de Ramona, y efectivamente me llegó (soy un poquito bruja). Y me llegó a través de una amiga que tenemos Andrea y yo en común —aunque en ese momento Andrea y yo todavía no nos conocíamos de nada— así que fue un absoluto regalo la figura de Andrea, ya que ahora mismo somos partners creativas y la quiero mucho. Por eso mismo, por cómo vive el arte y cómo nos conectamos en nuestra forma de estar en la vida y de hacer las cosas.
© Jose Señorán
Ponerse frente a la cámara da bastante vértigo. ¿Cuáles han sido las claves para lograr darle forma a Ramona? ¿Qué retos personales ha supuesto y qué has aprendido con ella y de ella?
El proceso de darle forma a Ramona ha sido un proceso muy artesanal y también muy del subconsciente, porque he tenido la suerte de pasar mucho tiempo con Ramona. Antes de la pandemia me había llegado ya el guión y Andrea y yo tuvimos muchas conversaciones sobre la película, sobre el personaje y a mi me dio tiempo de colocármelo en el cuerpo poco a poco. Me cambié el color del pelo a más oscuro, me dibujé las cejas más grandes, empecé a vestir un poco de otra manera, para así ir poniéndome en la piel de lo que yo pensaba que era Ramona y eso se acabó de formar con el resto del equipo de la peli. Fue un proceso que se coció a fuego lento.
He aprendido que la vida es una secuencia de escenas. Mientras que hacíamos la peli e íbamos tachando las secuencias de guión me daba mucha pena que se fuera acabando la vida de Ramona… cuando acabé el rodaje entré a mi propia vida como si fuera una peli aprovechando y viviendo cada escena siendo consciente de cuándo empezaba y de cuándo acaba un momento determinado.
Como hablábamos con Andrea, Madrid un papel privilegiado en esta historia. ¿Qué has sentido al volver, en sentido artístico, a tu ciudad, a volver a involucrarte creativamente con Madrid en un proyecto?
Me he colado por una grieta espacio – temporal y he vuelto a Madrid con más fuerza. Me he conectado con una escena artística más joven que yo y me he sentido muy inspirada, desde el momento en el que llegué y me instalé en mi pisito del centro de la ciudad y he empezado a revivir Madrid y la conexión que yo tenía antes de irme. Estoy enamorada, absolutamente. Estoy muy inspirada y muy contenta.
© María Caparrós
Desde que te fuiste a Los Ángeles, han sido contadas las ocasiones en las que te has dejado ver de nuevo por aquí, como un cometa. ¿Echas algo de menos de esa época de Russian Red en pura efervescencia?
Echo de menos tener veintitantos, porque aunque ahora estoy fenomenal y tengo treinta y largos, y estoy muy bien (posiblemente en el mejor momento de mi vida), echo de menos esa efervescencia de decir “que guay, tengo la vida por delante” “me puedo dar de tortas con la vida que la tengo por delante, que ya iré aprendiendo”. Echo de menos la inconsciencia.
Durante nuestra última conversación, cuando publicaste tu libro, hablaste de una vuelta a la música a través del teatro, de un musical. ¿Cuándo podremos verte y escucharte con este nuevo proyecto?
El musical ha tomado una forma nueva que no está tan proyectada en el teatro, sino más en lo audiovisual. Hasta aquí puedo leer. Estoy intentando vender el proyecto ahora mismo, pero lo más importante es que ya ha tomado forma y estoy muy muy contenta.
© María Caparrós
Y una pregunta casi obligada, ¿podemos esperar nuevas canciones de Russian Red en el futuro? ¿Y otra fantástica película?
Pues sí. Podéis esperar canciones nuevas, pero no de Russian Red, ya que siento que es un proyecto del pasado. Todo lo que se viene de ahora en adelante no cabe dentro de ese pseudónimo. La esencia de Russian Red estará, pero evolucionado y de una nueva manera.
Y ojalá una nueva película, si. Por el momento mis proyectos están más centrados en series, pero vamos a proyectar una nueva y fantástica peli desde la entrevista.