Por segundo año consecutivo la FIAC se ha celebrado en el Grand Palais, lo cual es una bendición: luz natural y un inmenso espacio aéreo que fatiga mucho menos la vista que los habituales parques feriales donde se suelen celebrar este tipo de eventos. De ahí el título de este post: podría ser peor.
Sin embargo, este año las galerías con menos parné- las más interesantes también, las que no traen siempre más de lo mismo-, no han podido localizarse en el Carré du Louvre, la plaza interior del museo donde se localiza el colectivo B de la FIAC, por estar en obras. Y han tenido que acomodarse en dos alas internas del propio Grand Palais, encajonadas en dos pasillos estrechos que hacían un flaco favor a la posibilidad de mostrar sus propuestas. Es decir, que no había espacio físico para verlas con tranquilidad si no querías ser empujado por señoras con bolso de Hermés como parachoques.
En general, como es habitual en tiempos de crisis, aunque en Francia se note menos, no se han mostrado obras excesivamente arriesgadas. Todo muy bonito, muy limpio y aseado. Excepto las caras de los galeristas, que estaban acojonados.
Curiosidades:
Se han visto muy pocas fotografías este año. Bueno, en un mes se abre Paris PHOTO, por lo que el mercado se reserva para ese momento. De todas formas esta imagen de Sam Taylor-Wood en la White Cube es una maravilla: limpia, bonita, aseada… y potente.
La galería Mexicana Kurimanzutto poseía riesgo y tensión. El cuadrito de Minerva Cuevas es delicado y brutal. Muy contemporáneo, sutil y poético.
Estaba colgado junto a esta obra de Rikrit Tiravanija. Obviamente hacían muy buena pareja aunque el trabajo del argentino sea más directo.
En Sfeir-Semler, Hamburgo-Beirut, se mostraba otra obra de tintes políticos que no sé si los galeristas calibraron adecuadamente: es decir, una obra que critica la ocupación isaralí en Gaza, creada por el creador palestino afincado en París Taysir Batniji, y expuesta en un mercado en el que gran parte de los actores principales son judíos.
La instalación consistía en una serie de anuncios colocados a la manera que lo hacen las oficinas inmobiliarias en Francia, en la que se veían casas destruidas por el ejército israelí. Fondo y forma estaban perfectamente adecuados. Tampoco a los coleccionistas que se dedican a la especulación les habrá hecho mucha gracia.
A mí sí.
Luego, en el espacio de la galería brasileña Luisa Strina, había un monográfico de Tonico Lemos Auad. Una de las paredes estaba cubierta de pintura gris-plata y bajo esta había escondido un mural. Para descubrirlo los visitantes debían jugar a una suerte de rasca y gana.
Funcionaba muy bien entre tanta obra coleccionable. La propuesta resultaba bastante refrescante. Luego he mirado el trabajo de este señor al que no conocía y hace una especie de pop-povera con sentido del humor que no me ha acabado de convencer, pero lo que presentó en la FIAC no estaba mal -comparado con el resto-.
En la Lisson, me encontré con estas obras de geometría sencilla. Pregunté -no me cuadraba algo tan anacrónico- y resultaron ser de una artista cubana de 96 años, Carmen Herrera, a la que por lo visto la galería está intentando revalorizar dándole un espacio en la historia del arte contemporáneo que aparentemente merece.
Y para terminar, uno de mis grandes favoritos de ayer, hoy y siempre: Tom Friedman en la galería Luhring Augustine con esta serigrafía de un dólar multicolor y lisérgico. 100 unidades realizadas a un precio c/u de 6.000 euros.
P.D:- Hablando de dinero. Había un Banksy a la venta por 500.000 euros. Yo, que para las cifras de más de dos ceros aún tengo que hacer la conversión a pesetas, me quede a cuadros.
3 de noviembre de 2011 a las 0:43
Buena perpectiva y critica objetiva según mi vision.buen reportaje.gracias por la info