CORROSIVO JOHN WATERS

El Festival Rizoma se rinde ante la ‘inmundicia’ de John Waters

La presencia del irreverente John Waters en España, gracias al Festival Rizoma, hizo que por una semana Madrid abrazara el sentimiento más trash y residual. Su monólogo ‘This Filthy World’ era el plato fuerte de una jornada en la que no sólo tuvimos la oportunidad de encontrarnos en el Teatro Lara con el ‘Papa de lo inmundo’ sino que asistimos al ciclo Waters en la Filmoteca, donde proyectaron ‘Pink Flamingos’ (1972), ‘Hairspray’ (1988), ‘Peeker’ (1998), ‘Cecil B. DeMented’ (2000) y ‘Los sexoadictos’ (2004), también disfrutamos con una retrospectiva dedicada al director Ari Gold (uno de los más reconocidos en el Festival de Sundance), así como una masterclass de Waters en la Escuela Superior de Artes y Espectáculos (TAI), un ciclo de conciertos en Casa de Vacas y hasta una ‘barbacoa trash’ en pleno barrio de Lavapiés. Un programa tan completo como bien orquestado y en el que en ningún momento decayó la fiesta.

CORROSIVO JOHN WATERS

CORROSIVO JOHN WATERS

“Dedico este monólogo a Justin Bieber”, con estas palabras abría el maestro Waters casi una hora y media de coloquio sin pausas, sin un trago de agua y en el que vomitó sus orígenes en Baltimore, recuerdos de juventud, filmografía… embriagando a la plana mayor de la tan meneada ‘Removida madrileña’ que volvió a jurar los votos de su religión, aquella llamada ‘contracultura’ de finales de los 70. Carcajada. Aplauso. Carcajada. Esa fue la tónica de este parlamento en clave de incisiva locuacidad con la que un Waters de 65 primaveras nos metió a todos en el bolsillo de su chaqueta de girasoles negros de Comme des Garçons. Frases como “soy un speak-freak”, “tomar drogas es ya algo vintage”, “¿por qué no hay lesbianas malas?”, o “me encantaría crear un festival de cine del aborto”, fueron algunas de estas perlas con olor a peli soez de serie B de este hijo que ninguna madre querría tener.

CORROSIVO JOHN WATERS

CORROSIVO JOHN WATERS

Y es que a estas alturas de la historia, este espigado director ya no tiene pelos en la lengua. Desde que su abuela le regalara una cámara de Super 8, su imaginación y adelantada mentalidad ha sido el azote de una cultura, la americana, que no encontraba género en el que clasificarle. Él inventó el suyo y lo demás ya queda para la mitomanía. Gracias al Festival Rizoma, una porción de ese grotesco mundo nos volvió a sacudir y seguramente (y aconsejados por él) ya no volvamos a vestir un par de pantalones de cuero, porque ni somos Jim Morrison, ni mucho menos unos nazis. ¡Bravo Maestro!

Fotos: Jorge Mario