INTIMIDAD ROMEROLa excelencia involutiva de lo conceptual
Hay algo que nadie puede arrebatarle a Intimidad Romero: la capacidad de instituir un modo comunicativo único cuyas imágenes quedarán indeleblemente arraigadas en el escenario de la blogosfera , y más en concreto en la mastodóntica red social Facebook.

INTIMIDAD ROMEROOpuesta al juego de la exhibición de imágenes arquetípicas y del ansia impúdica de reconocimiento sobredimensionado junto al que discurren millones de usuarios en la vorágine 2.0, Intimidad Romero  propone una acción revulsiva pero cauta, agitante pero certera y, en todo caso, antagónica frente a la manifestación visual más explícita.
Su modus operandi minimiza el número de píxeles de una zona de la imagen para prohibir dilucidar su contenido. La nitidez desaparece donde ella desea. El grano de la imagen distorsiona el entorno para hilar un discurso que convierte una acción cuasi cándida en un debate cultural de múltiples acepciones e infinitos resultados.

INTIMIDAD ROMEROObservando sus álbumes de fotografía, se intuye -sin pudor-, cómo la psicología de la artista trasciende la presentación de los rostros para volver translúcidas otras partes de los cuerpos o escenarios en que se inmortalizan esos momentos de vida, imposibilitando a la imagen hablar por sí sola para permitir, tal vez, elaborar una reflexión sobre la misma.

INTIMIDAD ROMEROLa complejidad de lo simple. La elección del mismo cuadrado del que se valía Arquímedes, pero pasado por el tamiz de la evolución de Sasson, trasmuta en feroces disertaciones.

INTIMIDAD ROMEROCon  Intimidad Romero, el voyeurismo explícito ha dejado de ser una psicopatía según la interpretó Richard Von Krafft-Ebing.
Ahora, la “parafilia artística” reside en la atracción que provoca mirar sin poder ver.

Texto: Javier Ubieta.

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