En tiempos de guerras o pandemias el mundo de los refugios nos viene a todos a la cabeza. El estudio de arquitectura Abiboo conceptualiza un búnker totalmente autosufciente durante un año.
Esta pensado para un máximo de diez personas. Ocupa una superficie en planta de 1200 metros cuadrados y se accede a través de una puerta levadiza que queda camuflada sobre una colina de cubierta vegetal. La entrada está construida con materiales reforzados. Estructuras de acero semi-prefabricada, las juntas sísmicas y los materiales absorbentes son los principales componentes de la construcción. Esta composición mitiga las consecuencias de posibles calamidades de tipo climático, químico, biológico, o incluso nuclear.
La vivienda está concebida en módulos que rodean un jardín de cultivo hidropónico y actúa como un invernadero. Este espacio resuelve uno de los principales desafíos del proyecto que es la producción de alimentos. La propuesta hidropónica permite aumentar la eficacia y reducir el mantenimiento. Este sistema requiere un menor uso de agua y espacio de cultivo, comparado con las técnicas basadas en suelo. Además, evita el uso de pesticidas. En total se destina al cultivo 120 metros cuadrados de superficie que estará iluminada las 24 horas del día con leds violetas, los más eficaces para soluciones subterráneas.
El búnker DBX asegura el espacio para el abastecimiento de comida con cámaras frigoríficas para víveres y semillas de siembra, y una bóveda de almacenaje con capacidad para 150 metros cúbicos de alimentos liofilizados envasados.
La electricidad se produce a partir de un grupo electrógeno conectado a una reserva de combustible. DBX también dispone de apoyo energético mediante geotermia y acumuladores de biomasa. El generador carga 30 baterías de litio y permite tener electricidad de 12 a 120 voltios en todo el búnker. El sistema de aire de calefacción y frío se soluciona gracias a la geotermia.
El agua por su parte se extrae del subsuelo y pasa por un sistema de filtración y luz ultravioleta que mata las bacterias. La que se destina al consumo se almacena congelada.
La construcción está compuesta por bóvedas alargadas que en arquitectura se llaman “de cañón corrido”, y resultan idóneas para distribuir las cargas y los empujes hacia los muros, y vigas invertidas que refuerzan la estabilidad en caso de impacto de bombas.
En el falso techo de cada bóveda se esconde una red de conductos de ventilación con un sistema de filtración NBC y ULPA. Los filtros extraen el dióxido de carbono interior y reemplazan el aire viciado. Este sistema elimina incluso partículas de polvo nuclear.
Un método adicional de purificación del aire funciona en la cabina hermética situada a la entrada de la vivienda. Esta sala tiene como cometido evitar el ingreso de elementos contaminantes. Una ducha de aire y otra húmeda con esterilizadores, actúan como barrera sanitaria. Esta solución técnica, similar a la utilizada en los centros de investigación virológica, minimiza el riesgo de contaminación dentro de la vivienda, ya sea por motivos de una pandemia, o porque el aire exterior no sea respirable.
Las estancias de este búnker subterráneo de lujo se distribuyen alrededor del jardín con una zona de uso lúdico y otra más privada que alberga cinco habitaciones. Todas las habitaciones tienen baño en suite. El salón, y la sala de cine y juegos, comparten una ubicación privilegiada frente al jardín de cultivo con el que se conectan a través de una extensa cristalera. En estos espacios en los que se pasa la mayor parte del tiempo se ha situado una pantalla que actúa como escultura dinámica, para disfrutar de largas sesiones de cine.
La actividad física se puede desarrollar en dos estancias específicas a este fin. El gimnasio está equipado con máquinas de entrenamiento para trabajar toda la musculatura del cuerpo, un requerimiento vital a la hora de mantener la salud en un estado de excepción. En la sala contigua, se prevé una piscina de desarrollo longitudinal de 3,5 x 10 metros.
El sector de servicios del búnker incluye una cocina, un bar adjunto a la sala de cine, la lavandería, un despacho y una enfermería con aprovisionamiento de medicamentos y equipamiento en casos de cirugías menores.
El garaje, localizado antes del acceso al búnker, ocupa una planta intermedia cerca de la entrada, pero parcialmente soterrado. Tiene capacidad para alojar hasta dos vehículos de gran porte y otros más pequeños. Posee tanques de reserva con gasolina y sus respectivos surtidores, y conectores de carga de vehículos híbridos o eléctricos.
Esta planta intermedia se completa con una zona de tiro, destinado a la práctica de defensa personal, y un taller de reparaciones, equipado con herramientas para intervenciones técnicas de vehículos o elementos de soporte del búnker.
El estudio Abiboo está liderado por el arquitecto español Alfredo Muñoz.