Hablamos con el estudio de arquitectura Azab. Con sus atrevidas propuestas, este estudio bilbaíno nos ha demostrado que la arquitectura es una práctica estética con enorme potencia transformadora. Nos cuentan sus motivaciones e inquietudes a la hora de proyectar a través de un repaso por algunas de sus obras.
Desde 2018, año en el que se consolidó Estudio Azab, estos jóvenes arquitectos bilbaínos han estado explorando los márgenes entre política, orden social, relaciones humanas y diversión. Todo ello a través de la producción de imágenes, espacios, objetos, textos o edificios. En definitiva, entienden la arquitectura como un mediador entre el individuo y su entorno capaz de producir, ampliar y unir sentimientos, ideas y conflictos a todos los niveles.
Trabajáis en proyectos a diferentes escalas, desde reformar un pequeño apartamento, hasta hacer concursos con millones de presupuesto. ¿Cómo es la aproximación de Azab a cada proyecto?
Sí, la verdad es que ahora mismo tenemos abiertos proyectos de escalas y contenidos muy distintos; desde diseños expositivos hasta promociones de vivienda pública o sedes administrativas de empresas. Para nosotros el tamaño es un factor menor y nuestra aproximación cada proyecto siempre es independiente de su tamaño o presupuesto.
No tenemos una metodología predeterminada pero sí una serie de mecanismos que nos ayudan a dirigir los proyectos hacia donde nos interesa. Podemos resumir en que nuestros proyectos son muy discutidos y es esa tensión dialéctica la que creemos que los carga de fuerza y contenido.
¿Tenéis predilección por un tipo de proyectos?¿Trabajáis en una dirección concreta?
La verdad es que no tenemos especial predilección por un cierto tema. Nuestro objetivo es que todos los proyectos nazcan de procesos de investigación más amplios que nos permitan investigar y trazar caminos paralelos; de esta manera, extraer conclusiones sobre su aplicación y desarrollo construyendo poco a poco nuestro catalogo de acción. Ahora mismo, estamos trabajando sobre nuevos modos de domesticidad, recuperación de paisajes industriales degradados, o nuevos proyectos curatoriales, por poner algún ejemplo.
Trabajamos para tener más oportunidades para el ejercicio de la investigación, tanto aplicada (tipológica y urbana), como teórica que para nosotros es una parte fundamental de la practica arquitectónica.
La práctica de la arquitectura va directamente ligada a la del dibujo. En algunos proyectos como “Ready-made house”, se puede ver cómo la técnica del collage ha influido a vuestra obra. ¿Cómo veis esta relación?
Claro, el dibujo o la expresión gráfica en general es la herramienta base para testar la validez de las ideas y avanzar con su desarrollo en primer lugar, para comunicarlas después y para construirlas finalmente. Esta unidad indisoluble representación-realidad nos interesa mucho y somos muy defensores de la maqueta como herramienta de proyecto. También del collage o las axonometrías que nos permiten situarnos en un plano intermedio entre abstracción y realidad. Consideramos muchos más ricos para el proyecto estos procesos que la generación de imágenes simuladas en 3D que llevan el proyecto a un estado ficticio de finitud en el que es menos interesante operar.
El color es también, tanto en vuestros dibujos como en vuestras obras, un elemento fundamental.
Bueno “el color es un factor de nuestra existencia” decía Le Corbusier, y lo extraño e incluso retorcido es no emplearlo. El rechazo al color creo que deriva de una lectura muy errónea de la modernidad y de una cierta fascinación por el material en bruto, que más allá de lo fetiche, carece de demasiado interés. El color es una herramienta básica de estetización que, con un empleo limitado de recursos, nos permite enfatizar un espacio, apropiarnos de un objeto, o dulcificar la dureza de un material; la pregunta frente al color es ¿¿cómo no??
Quizás en parte, gracias a la utilización del color, estáis consiguiendo que Azab tenga una estética propia. ¿Es algo premeditado o surge de forma natural?
Bueno el uso del color es una condición transversal, al menos en toda la arquitectura que nos interesa, desde Lina Bo Bardi o Dominioni, pasando por Lutyens o Le Corbusier y la arquitectura vernácula. No sé si estamos creando una estética propia, desde luego nos vemos cómodos en una suerte de registro bricoleur, que saque a la luz las heridas de las preexistencias dónde actuamos y las amplifique, con una suerte de operaciones medidas, directas y desenfadadas, las virtudes de cada espacio. Esto, sin lugar a duda, tiene reminiscencias a ese mundo de las vanguardias americanas de la Factory Warholiana que promovía un modo de vida desacomplejado y libre. Esta contracultura americana y todas sus posteriores revisiones por gente que va desde Gehry y sus casas californianas hasta las viviendas invernadero de Lacaton y Vassal son para nosotros fuentes inagotables de un uso inteligente de materiales y recursos y están permanentemente en nuestro imaginario.
En obras más pequeñas como “Ready-made” house o “Apartment 100.60”, podemos ver cómo la adición de ciertos elementos como una estantería o una cortina, se pueden convertir en piezas claves del proyecto y en catalizadores de arquitectura. ¿Cómo vivís la relación entre arquitectura y diseño? ¿Habéis hecho alguna vez estrictamente diseño sin contar con el pretexto de una obra arquitectónica?
No encontramos diferencias. Para nosotros todo es arquitectura o al menos desde esa posición en la que nos encontramos cómodos, nos enfrentamos a todo reto que surja.
Creo que en los últimos años hay un cierto pudor a enunciar la palabra arquitectura como si ésta viniese acompañada de oscuras connotaciones y se opta por otras aproximación al mundo de la creación, desde posiciones parciales que generan productos más rápidos e inmediatos acordes con el acelerado ritmo de la sociedad de consumo. Sin embargo, la condición generalista de la arquitectura es un valor seguro desde el que crear a través de la resolución de problemas reales, que pueden ir desde el cómo sentarse, al cómo vivir, objetos ,espacios o ciudad de un alto valor estético y perdurable en el tiempo.
En varios proyectos, y a diferentes escalas, habéis tenido que lidiar con la tradición; desde conservar la esencia de un mueble clásico en “Mixtape Apartment”, hasta modernizar el concepto de plaza de pueblo en “Herriko plaza”. Sin embargo, Azab nunca responde en tono conservador. ¿Cuál es vuestra relación con la tradición? ¿Os asusta el hecho de incomodar a las mentes más conservadoras?
Prácticamente la totalidad de nuestra obra es construir sobre lo ya construido, entendiendo la rehabilitación en un sentido amplio y no el cortoplacista del mercado. Esto supone entender que el consumo del suelo es el último de nuestros recursos para generar nueva arquitectura. A partir de este principio que nos auto-imponemos, y en el que creemos, entendemos que la relación entre lo construido y lo nuevo ha de fundamentarse en una cierta autonomía de las partes. Esto genera relaciones más ricas y complejas, nos interesa más lo heterodoxo y peludo que lo coherente y simplón.
La tradición es un lugar simbólico común y aproximarse a ella siempre exige una disputa entre una actualización necesaria para que esa tradición siga siendo vigente como consenso a medida que la sociedad avanza (evitando convertirse en ser ruina o rémora) y una cierta contención en la intervención que no borre o edulcore en exceso la tradición . Esa tensión exige un equilibrio que en nuestra opinión va más con acompañar, actualizar o realzar la tradición con elementos paralelos, que desde la disociación tanto conceptual como material con la preexistencia, proyecten un nuevo horizonte más abierto y complejo de la misma.
Evidentemente todo cambio lleva asociado cierta oposición o resistencia al mismo, por parte de más o menos parte de la población, al menos aprioristicamente, lo trascendente no es eso, sino que el resultado final de nuestra intervención mejore las condiciones de partida y sea una herramienta eficaz, si es así antes o después el consenso social llega.
Fotografía: Luis Díaz Díaz
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