A menudo se habla de la “obra de arte total”, ese concepto acuñado por Richard Wagner para referirse a un tipo de propuesta que integra todas las dimensiones artísticas. “On Air”, la muestra de Tomás Saraceno que presenta el parisino Palais de Tokyo, dentro de su ciclo anual de Carte Blanche –hasta el próximo 06 de enero del 2019-, quizás podría por su parte considerarse un ejemplo de “exposición total”.
Para empezar por la inmensidad del espacio expositivo; unos 13.000 metros cuadrados que la convierten en la producción más amplia de Tomás Saraceno hasta la fecha. También por esos conceptos tan repetidos en el mundo del arte, como “dialogar con el espacio” o “expandir el cubo blanco”, que encuentran aquí un sentido real y concreto; por ejemplo con la grabación del ruido de las arañas que ya vivían en el propio Palais –unas 500 contaron al llegar- que el artista integra en “Event Horizon”, la instalación sonora que abre la exposición, o la enorme antena instalada en el techo que retransmite, en directo, los desconocidos objetos que atraviesan la estratosfera.
Y para acabar, por la variedad estilística, conceptual y temática que se puede descubrir en “On Air”, desde las fascinantes, frágiles e intimistas telarañas que llenan la primera sala hasta los globos flotantes con lápices incorporados que inventan dibujos en función de los movimientos del aire creados por el caminar de los espectadores pasando por Algo-R(h)i(y)thms, el instrumento musical/escultura más grande del mundo –una de las famosas instalaciones con hilos del artista- que los visitantes pueden invadir, de cinco en cinco, para tocar todos juntos una música que parece venir de otra dimensión.
El espectador que penetre en este “ecosistema en movimiento” o esta “coreografía polifónica”, en palabras de la propia curadora Rebecca Lamarche-Vadel, estará adentrándose en un universo autónomo e irreal. Y no es una simple figura de estilo: la desmesura del espacio, así como la vertiente instalativa y los bruscos cambios de luz -pasando del oscuro casi total al blanco más impoluto-, recuerdan más las sensaciones infantiles de un parque de atracción o la pomposidad de los museos de ciencia y tecnología que la austeridad fría de un museo tradicional. Y es que, como dice el propio Tomás Saraceno, la exposición “amplifica ciertas voces habitualmente inaudibles y baja el volumen de otras”, poniendo de manifiesto esas ínfimas señales que suelen pasar desapercibidas, desde el propio aire que nos envuelve –que hace flotar los filamentos de telaraña en la escultura Sounding the Air– hasta el constante (e imperceptible) bombardeo de ondas gravitacionales y neutrinos, provenientes del espacio y de los diferentes elementos cósmicos, al que estamos constantemente expuestos y que el artista transforma en una suerte de comunicación interplanetaria.
Todo aquí, lo visible y lo invisible, los ruidos y los silencios, los movimientos y la lentitud, lo microscópico y lo gigantesco, es material de análisis e investigación para un Tomás Saraceno cuyo arte mezcla lo político y lo estético, la belleza de las formas y la crítica a un sistema que está destruyendo lo que llama “la nave espacial Tierra”, del que “todos somos miembros de equipaje”, como dice.
De esta manera, la exposición pretende ofrecer una respuesta o, al menos, alguna alternativa a lo que se ha dado en llamar últimamente, en el mundo filosófico-artístico, el “antropoceno” – léase esa época, la nuestra, en la que las actividades humanas empezaron a tener un impacto global y determinante en el ecosistema terrestre. Y lo hace con toda la radicalidad que le ofrece un lugar tan extenso y laberíntico como el Palais de Tokyo, en el que puede incluir instalaciones interactivas, trabajos de investigación densos y casi universitarios y actividades de todo tipo. Lo hace, por ejemplo, dialogando con las arañas que ya poblaban el lugar, como hemos dicho, a las que, de alguna manera, da voz en sus instalaciones y defiende ante unos humanos que deberían aprender de su relación privilegiada con el espacio y el entorno.
Pero también con propuestas de gran nivel técnico para las que ha contado con la ayuda de innumerables especialistas e instituciones reconocidas como el MIT o la propia NASA. Una dimensión científica y ecológica especialmente visible en su proyecto Aeroceno, una iniciativa artística que, a través de la fundación del mismo nombre, busca imaginar nuevos modos de sensibilidad reactivando así un imaginario común para forjar una colaboración ética con la atmósfera y el entorno.
Una línea presente en “On Air” à través de la exposición de cuadros y videos de sus vuelos en globo en el salar de Uyuni, de la modelización digital de trayectorias de viajes según las corrientes aéreas –Aerocene Float Predictor– o del enorme globo de bolsas de plástico recicladas que conforman el Museo Aero Solar. Todo ello para demostrar que los desplazamientos humanos sin utilización de recursos fósiles –ergo, sin contaminación- son posibles y sencillos de conseguir si somos capaces de trabajar juntos. Algo que también pone en práctica en la propia exposición con un espacio-taller de grandes dimensiones dedicado a albergar diversos workshops sobre este tema, fomentando en los visitantes esa cultura del do-it-yourself y de la responsabilidad ecológica individual.
A todo ello, si fuese poco, hay que añadir otras propuestas que Tomás Saraceno relaciona con la ciencia pero de aire más contemplativo como “Cosmic Levitation”, una video proyección en la que partículas de polvo cósmico se agregan a los ritmos de las frecuencias sonoras o “A Thermodynamic Imaginary”, una sala en la que las esculturas aéreas forman un paisaje en blanco y negro en la que los objetos y los humanos proyectan sus sombras creando un entorno lumínico en constante evolución. Además la muestra incluye tres tardes “On Air with…” que reunirán conferencias, actividades y conciertos con grandes figuras intelectuales y artísticas cuya reflexión se aproxima a la conciencia ético-poética del artista argentino. Una propuesta densa, compleja y ambiciosa, en ocasiones caótica y más cercana a lo que se espera de un centro de arte que a lo que se le presupone a un museo, pero que sin duda tiene la valentía de afrontar los problemas ecológicos, sociales y epistemológicos de nuestro tiempo aplicando por una vez realmente esos mantras tan repetidos por todo el mundo de un arte que conecte con la vida real. No sabemos si es la exposición total pero “On Air” tiene tantas capas que es difícil no sentirse atraído por alguna de ellas. Aunque también es cierto que resulta asimismo complicado adherir a la totalidad del frondoso discurso.
Solo exhibition at Palais de Tokyo, Paris, 2018, curated by Rebecca Lamarche-Vadel.
Courtesy the artist; Andersen’s, Copenhagen; Esther Schipper, Berlin; Pinksummer Contemporary Art, Genoa; Ruth Benzacar, Buenos Aires; Tanya Bonakdar Gallery, New York.
©Photography Studio Tomás Saraceno, 2018.