“La primera vez que visitamos el edificio, allá por el año 2014, la decadencia era palpable. El proyecto consistía en conservar el discreto encanto de una vivienda burguesa del siglo 20, llevándola al 21. Siempre nos ha gustado leer las marcas de anteriores ocupantes en las casas y a veces hasta hemos dejado alguna presencia, como recordándolos. Suponemos que de esta curiosidad un poco morbosa surgió la idea que ha estado presente durante esta última intervención en Pontejos 9”, cuentan los arquitectos Ángel Alonso y Victoria Acebo (de AceboXalonso Studio) sobre su proyecto recientemente galardonado por el FAD con el Premio al Mejor Interiorismo 2017.
Pontejos 9 por AceboXalonso Studio
Pontejos 9 fue un trabajo realizado entre mayo de 2014 y noviembre de 2016. Se trata de un proyecto de rehabilitación de todo un edificio próximo a la céntrica Puerta del Sol de Madrid, construido en 1900 en el número 9 de la calle Pontejos. El edificio está destinado hoy al alquiler de viviendas y su promotor, Diego Hidalgo, ha sido parte importante en el resultado de esta extraordinaria rehabilitación, ya que en todas sus promociones cuida mucho el nivel de detalles y acabados.
AceboXalonso Studio han diseñado una pluralidad de espacios para los que han rescatado múltiples elementos del pasado; décadas de transformaciones de las que ellos han ido seleccionado lo que se quedaba y lo que se iba. Pero no solo fue una labor de rescatar, también lo fue de aportar. Así, se digitalizaron ciertos patrones decorativos ya presentes en el edificio y se grabaron sobre nuevos materiales. Por ejemplo, aquellas puertas que no sobrevivieron al paso del tiempo se pantografiaron mediante un sistema de control numérico generando un motivo gráfico a través de hendiduras. También se recuperaron picaportes creando unos nuevos a partir de los originales mediante moldes de silicona.
“Pontejos 9 es una obra de rehabilitación integral que trabaja tanto en el plano material como en la dimensión intangible de la memoria de Madrid. Asume como proceso de diseño una suerte de ‘arqueología creativa’ que reasigna valor a objetos encontrados y los fija en el lugar, de tal modo que construye un soporte nuevo para una historia material del barrio recreada por los autores. Va más allá de la mera incorporación de un viejo edificio de viviendas en el mercado inmobiliario: ofrece una práctica alternativa que supera el imaginario de la pragmática presupuestaria y reivindica el valor de la cultura como intérprete de lo existente”, Así valoraba el jurado de los premios FAD este proyecto, al que han concedido el Premio al Mejor interiorismo 2017.
El resultado final es una cápsula del tiempo en la cual los arquitectos han realizado un impecable trabajo de arqueología espacial y de diseño interior, donde han aportado los elementos justos para ceder nuevos ingredientes a “futuros arqueólogos”.
Os adjuntamos el texto que AceboXalonso han escrito sobre este proyecto:
ABRIENDO LA CÁPSULA DEL TIEMPO
I.——————————–
“Pontejos 9 se edificó en 1900. El promotor Don Pablo Ruiz de Velasco fue uno de los emprendedores que introdujeron la tecnología del vapor en la industria de la España de finales del siglo ixx. Por aquel entonces, Madrid comenzaba a tener un tejido industrial y los grandes talleres producían a toda velocidad calzado, vestidos y alimentos para una población en aumento proveniente de otras provincias. Ya era un mundo moderno y había una burguesía activa. Don Pablo fabricaba tejidos e invertía en edificios de alquiler para la gente que venía a labrarse un futuro a Madrid. Es fácil imaginar que hubo una relación entre su industria, su inversión inmobiliaria y el comercio de géneros que caracteriza la calle del Marqués Viudo de Pontejos desde hace mas de un siglo.
Este edificio situado en el número 9 formaba como uno más, el tejido residencial que surgió aledaño a la Puerta del Sol tras las reformas de 1862. Dicen que del derribo de las antiguas calles se aprovecharon los escombros para rellenar los Jardines del Moro, y también dicen que fue el propio Marqués de Pontejos quien sugirió al Alcalde de Madrid ensanchar la Puerta del Sol para que discurrieran mejor los más de 4.000 carruajes y 1.400 caballerías que la transitaban todos los días.
En 1900 la burguesía copiaba sus gustos de revistas francesas. Las señoras que recibían en estas salas de clase media llevaban corsé y faldas de campana, y se blanqueaban la piel con polvos tóxicos de plomo y arsénico. En estas viviendas la calefacción eran chimeneas y braseros y el carbón se guardaba bajo el tejado. Las molduras, las barandillas y todas esas texturas que ahora nos gustan tanto de las casas antiguas en realidad se compraban por catálogo y se producían en serie en fábricas que alimentaban la industria de la construcción. La fundición Bonaplata que realizó las columnas del edificio de Pontejos 9 estaba en la plaza de Santa Bárbara, en un solar proveniente de la desamortización que Godoy aplicó a la iglesia católica, y donde ahora hay un hotel de la cadena Petit Palace. Las baldosas se fabricaron seguramente en Toledo, simplificando los diseños catalanes con colores mas apagados, mas madrileños en realidad. Los albañiles manchegos o extremeños que aplicaron el yeso rayaban las paredes con líneas diagonales para que el enlucido se agarrara bien a la base y durase mas de cien años.
Las tecnologías cambiaron, las calefacciones empezaron a quemar gasoil y los techos altos se bajaron en los años 70 con la crisis del petróleo. En algún momento la caldera que estaba en el sótano de Pontejos 9 dejó de funcionar y los vecinos lo solucionaron con sus propias ideas. Las puertas de pino viejas parecieron feas a alguien y quitó algunas y las sustituyó por otras de madera de sapeli mas acordes con el gusto setentero. Los suelos de baldosa fueron cubiertos de sintasoles, parquets y moquetas, seguramente porque la baldosa hidráulica resultaba pasada de moda y llegaba el plástico para construir una nueva sociedad.
Pontejos 9, en fin, fue cambiando poco a poco, como el barrio. La decadencia de Sol llevó a que, hace unos cuantos años la oficina de un prestamista que compraba oro a personas empeñadas y que ocupaba la tercera planta se fuese y la señorita Carmen, su secretaria ¿y acaso amante?, cambió de lugar de trabajo, dejando en los trasteros un baúl de recuerdos. Mientras, en la planta cuarta resistía una pensión barata de las de antes que alquilaba habitaciones a estudiantes extranjeros. La escuela de danza del segundo piso que había sido anteriormente una especie de guardería también se había ido. Las marcas de todo ese uso y el abandono quedaron registradas en las manchas de humedades en los techos y en los suelos con las baldosas rotas y desgastadas”.
“La primera vez que visitamos en edificio allá por el año 2014 la decadencia era palpable. La condición consistía en conservar el discreto encanto de la vivienda burguesa del xx y llevarla al siglo xxi.
Siempre nos ha gustado leer las marcas de anteriores ocupantes en las casas que habitamos y a veces hasta hemos dejado alguna presencia, como recordándolos. Suponemos que de esta curiosidad un poco morbosa surgió la idea que ha estado presente durante esta ultima intervención en Pontejos 9 y de la que somos responsables: un edificio es una cápsula del tiempo que encierra historias, recuerdos, también información, y para actuar sobre él, rehabitando o rehabilitando, es necesario abrir esa cápsula.
Quisimos preservar su contenido y de paso añadir alguno nuevo. Si al rascar una pared o al levantar una moqueta encontrábamos algo, nos deteníamos a mirarlo. No sabemos explicar exactamente porqué unas cosas nos interesaron mas que otras. Muchas de las presencias que encontrábamos en el edificio eran vulgares y el objeto antiguo de por sí no nos impresionaba demasiado al principio, por excéntrico y por no pertenecer a nuestra cultura. Su carga simbólica tampoco era suficiente en este caso, ya que como hemos dicho era tan solo otro bloque de viviendas de principios del siglo xx, uno de tantos que la burguesía industrial edificó para alojar a la creciente ciudadanía de Madrid. Pero la persistencia del pomo de una puerta, el vinilo kitsch de una ventana o la baldosa desgastada nos conmovían al invocar antiguas acciones sin herencia, técnicas olvidadas y desfases tecnológicos provocados por el progreso.
Nos venían a la memoria las páginas de Aquí, la novela gráfica de Richard MacGuire en cuyas viñetas se acumulan, en desorden temporal, las situaciones que el rincón de una casa ha cobijado durante toda su vida. En la inmovilidad del encuadre de sus dibujos se manifiesta claramente la brevedad de la presencia de las personas. Decidimos simplemente formar parte del flujo que recorría la historia del edificio y no desviar demasiado la trayectoria de su viaje en el tiempo: prescribimos resetear su nivel de confort, quiropracticar su esqueleto cansado, rescatar simetrías y ejes, invocar fantasmas y añadir algún complemento sexy acorde con lo contemporáneo.
Unos robots de control numérico pantografiaron los dibujos de Autocad que reproducen puertas que no sobrevivieron al tiempo. Se digitalizaron los patrones decorativos y se grabaron sobre nuevos materiales. Se han copiado picaportes y se han vuelto a fundir en latón en nuevos moldes de silicona RTV. En aquellos elementos que han tenido que romperse o que simplemente ya no estaban se han tatuado sus presencias en forma de dibujos fantasma.
Con esta última intervención sobre Pontejos 9 cerramos de nuevo la cápsula del tiempo para que siga su curso. Hemos reordenado lo de dentro y casi sin quererlo le hemos añadido un par de nuevas cosas, probablemente ni mas ni menos interesantes que las que ya había.
Lo que mas nos gusta es el haber podido preservar esa energía cautiva que encontramos dentro el primer día que visitamos el edificio, en esos objetos, acciones y conocimientos que transcurrían por el tiempo sin borrarse”.
Victoria Acebo y Ángel Alonso de AceboXalonso
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Fotografías: Rafael Trapiello