El 13 de mayo arrancó la 57ª Bienal de Venecia, la bienal mas antigua de arte contemporáneo que durante los próximos seis meses, extendiéndose hasta el 26 de noviembre, se celebra en los Giardini del Castello y en el Arsenale de Venecia así como en distintos puntos de la urbe de los canales.
En esta edición de 2017, la exposición central de la 57ª Bienal de Venecia se titula VIVA Arte VIVA, comisariada por Christine Macel, conservadora jefe del Centro Pompidou de París. Según Macel, la muestra es un homenaje a la figura del artista y ofrece “un viaje desde el interior individual hasta el infinito, a través de una secuencia de transpabellones interconectados” que se propagan a través del pabellón central del Giardini y la sección llamada Cordería del Arsenale. Así mismo y como es habitual, se pueden visitar 85 pabellones nacionales con sus muestras individualmente comisariadas y que igualmente se extienden por el Giardini (29 de ellos), Arsenale (24) y a lo largo de la ciudad (32).
Carolee Schneemann, pintora y artista de performance conocida por sus piezas feministas, es la ganadora del León de Oro por su carrera. El jurado de esta edición de la Bienal, presidido por el español Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía de Madrid, anunció el resto de ganadores el 13 de mayo, durante la inauguración. El León de Oro al mejor pabellón nacional fue otorgado a Alemania con Faust de Anne Imhof que también ha sido la recipiente del premio Absolut. En la exposición central internacional, el León de Oro al mejor artista ha sido adjudicado al también alemán Franz Erhard Walther, de 77 años. El León de Plata a la joven promesa ha recaído sobre el artista egipcio Hassan Khan por su instalación sonora inmersiva Composición Para Un Parque Público.
FRANZ ERHARD WALTHER. Photo by: Andrea Avezzu. Courtesy: La Biennale di Venezia.
HASSAN KHAN. Photo by: Italo Rondinella. Courtesy: La Biennale di Venezia.
Viva Arte Viva. En esta primera parte proponemos un recorrido por la muestra internacional central, Viva Arte Viva, que como hemos mencionado comienza en el antiguo Padiglione Italia, ahora pabellón central del Giardini. El show está dividido en nueve secciones temáticas, que Christine Macel, su comisaria, llama “transpabellones” y en los que se presentan 120 artistas de 51 países, 103 de los cuales participan en la bienal por primera vez. Aunque casi todos rondan los 35-45 años de edad, los hay septuagenarios y muy jóvenes como del dúo filipino Katherine Núñez & Issay Rodríguez con tan solo 25 y 26 años respectivamente o el suizo Julian Charrière (1987).
Como veremos, se trata de un viaje que comienza en el sofá del artista y termina con una meditación sobre la naturaleza infinita del tiempo. Comenzando nuestro viaje en Giardini, nos encontramos el Pabellón de Artistas y Libros, con obras que representan espacios de descanso de artistas como el sofá de Franz West, Frances Stark, Vorobyeva & Vorobyev o Mladen Stilinovic, estudios de artistas que acumulan como Hassan Sharif o la transferencia de conocimiento de Olafur Eliasson con sus proyectos “espectáculo” solidarios. En esta ocasión, Eliasson monta un taller donde inmigrantes trabajan en lámparas escultóricas bajo la atenta mirada del publico arty-glam. Junto a ellos, en esta primera sección hay grandes nombres como John Waters o Philip Parreno que pasan casi desapercibidos. El capítulo siguiente es el del Pabellón de las Alegrías y los Miedos, temas muy tratados por artistas junto con la intimidad y la claustrofobia como es el caso de Tibor Hajas, el último modernista húngaro; los retratos de Marwan, artista sirio que murió el año pasado; la claustrofóbica instalación de color rojo del argentino Sebastián Díaz Morales con el artista en estado de suspensión o la lectura intimista y feminista de la alemana Kiki Smith.
Julian Carriere. Photo by: Andrea Avezzu. Courtesy: La Biennale di Venezia.
Franz WEST. Photo by: Francesco Galli. Courtesy: La Biennale di Venezia.
VOROBYEVA & VOROBYEV. Photo by: Francesco Galli. Courtesy: La Biennale di Venezia.
HASSAN SHARIF. Photo by: Andrea Avezzu. Courtesy: La Biennale di Venezia.
Olafur ELIASSON. Photo by: Francesco Galli. Courtesy: La Biennale di Venezia.
JOHN WATERS. Photo by: Andrea Avezzu. Courtesy: La Biennale di Venezia.
Sebastian Diaz Morales. Photo by: Maria Munoz. Courtesy: La Biennale di Venezia.
Saltamos de sede para continuar con la muestra adentrándonos en la Cordería de Arsenale, donde los majestuosos espacios de la sala de armas aportan mucho a las piezas expuestas. El viaje artístico va de lo particular a lo general así pues, la primera sección que nos encontramos es el Pabellón de lo Común, con trabajos de Maria Lai, quién involucró a su aldea sarda en sus trabajos, especialmente actividades de mujeres. El taiwanés Lee Mingwei arregla ropas que el visitante puede dejar en la instalación, mientras que los catalanes Miralda, Rabascal y Xifra junto con la francesa Selz, participan con sus ceremoniales en torno a la comida. El indio Rasheed Araeen expone sus esculturas geométricas y coloridas no jerárquicas, el galardonado Franz Erhard Walther que necesita de los otros para activar sus esculturas y el artista colombiano Marcos Ávila Forero con un video basado en tradiciones congolesas donde se hace música con agua. Este último trabajo hace de bisagra con el siguiente apartado, el Pabellón de la Tierra. El medio ambiente y los movimientos ecológicos son los temas centrales en artistas como Bonnie Ora Sherk, arquitecto paisajista y performer, así como Kananginak Pootoogook, el último artista inuit. Charles Atlas, con su video instalación en la que mezcla puestas de sol con drag queens, o Michel Blazy, que recicla zapatillas de deporte y las convierte en tiestos para plantas.
LEE MINGWEI. Photo by: Italo Rondinella. Courtesy: La Biennale di Venezia.
MIRALDA, RABASCALL, SELZ y XIFRA. Photo by: Italo Rondinella. Courtesy: La Biennale di Venezia.
RASHEED ARAEEN. Photo by: Italo Rondinella. Courtesy: La Biennale di Venezia.
Le sigue el Pabellón de las Tradiciones, aquí se muestra Hao Liang y sus técnicas tradicionales de pintura a la tinta. Yee Shookyung expone una gigantesca escultura hecha a base de piezas de porcelana tradicional china. Continúan en este apartado las labores de corte y confección ya iniciadas en el de lo común con los bordados de Teresa Lanceta —quien junto con el triunvirato catalán Miralda y Cía. son los únicos españoles de la muestra—, las esculturas del neozelandés Francis Upritchard y los gigantescos pero delicados trabajos realizados en piel, madera, metal y cristal de la portuguesa Leonor Antunes, que, a modo de procesión de cadenas doradas colgantes dan paso al Pabellón de los Chamanes, donde exponen sus técnicas chamánicas el boliviano Enrique Ramírez, el artista brasileño Ernesto Neto con su gigantesca tienda inspirada en los rituales del pueblo amazónico Huni Kuin. Varios nativos estaban presentes durante los días previos a la inauguración oficial y participaron en varias performances orquestadas por Neto. El artista franco-argelino Kader Attia crea esculturas cinéticas a partir de granos de cuscús que se mueven en respuesta a las música grabada grandes cantantes árabes.
MICHEL BLAZY. Photo by: Italo Rondinella. Courtesy: La Biennale di Venezia.
YEE SOKYUNG. Photo by: Andrea Avezzu. Courtesy: La Biennale di Venezia.
FRANCIS UPRITCHARD. Photo by: Andrea Avezzu. Courtesy: La Biennale di Venezia.
Ernesto Neto. Photo by: Andrea Avezzu. Courtesy: La Biennale di Venezia.
KADER ATTIA. Photo by: Italo Rondinella. Courtesy: La Biennale di Venezia.
El Pabellón Dionisiaco sirve, según la comisaria, para “celebrar el cuerpo femenino y su sensualidad a través del sexo, el placer, la música o el baile”. Incluye el trabajo de Huguette Caland, artista libanesa conocida por sus pinturas decorativas, esculturas corporales y dibujos lineales, así como las fotografías de embarazo de Eileen Quinlan. También forman parte de este la instalación con mano gigantesca en forma de puerta al infierno de Pauline Curnier Jardin, filmes de Jeremy Shaw que examinan los trances religiosos y otros estados de conciencia alterada y Anri Sala con sus reflexiones sobre el folklore musical que incluye al andalusí.
PAULINE COURNIER JARDIN. Photo by: Andrea Avezzu. Courtesy: La Biennale di Venezia.
ANRI SALA. Photo by: Andrea Avezzu. Courtesy: La Biennale di Venezia.
En el Pabellón dedicado a los colores se sitúa una de las obras más fotografiadas de esta bienal, la pieza de Sheila Hicks compuesta por gigantescas bolas de tejido. También están Giorgo Griffa con sus pinturas espirituales abstractas o Aboulaye Konaté con coloridas piezas colgantes de tejido. Para terminar el recorrido, el noveno y último capítulo es el Pabellón del Tiempo y el Infinito, que concluye en el exterior, en el Giardino delle Vergini al final del Arsenale. En este ultimo apartado encontramos las obras de Liliana Porter, Liu Jianhua o Las Mil y Una Noches de Edith Dekyndt, una performance con un joven preocupado porque no se le deforme un “cuadrado” hecho de polvo, todas ellas meditan sobre el tiempo, el infinito, e inevitablemente la muerte.
SHEILA HICKS. Photo by: Andrea Avezzu. Courtesy: La Biennale di Venezia.
Liliana PORTER. Photo by: Francesco Galli. Courtesy: La Biennale di Venezia.
LIU JIANHUA. Photo by: Andrea Avezzu. Courtesy: La Biennale di Venezia.
EDITH DEKYNDT. Photo by: Italo Rondinella. Courtesy: La Biennale di Venezia.
La Bienal de Venecia se ha convertido en el lugar donde marchantes, coleccionistas, curadores, asesores, artistas e incluso directores de museo llegan a un consenso sobre lo qué es importante en arte. Todo el que se considere algo en el mundo del arte tiene que estar aquí, en este evento nuevos artistas son elevados a las nubes y las celebridades se refuerzan. Si la institución alemana Documenta (link al articulo) se considera un termómetro para lo más vanguardista y las ferias de arte son, por definición, estrictamente comerciales, Venecia logra encontrar un punto de equilibrio entre ambos.