Una tormenta eléctrica transformó la noche en una fantástica #AbsolutNight en Río de Janeiro
Todavía me acuerdo del día que decidimos tirar la casa por la ventana y disparar un editorial de moda de baño en Río de Janeiro. Fue en abril, durante Fashion Rio, la semana de la moda de allí. Una especie de turismo laboral. La idea era disfrutar de unos días de playa, pero como somos adictos al trabajo necesitábamos camuflar esos días vacacionales con unas dosis ocupacional. O sea, ver desfiles y hacer un shooting para el número de verano.
Era algo que siempre decíamos que teníamos que hacer, y finalmente lo hicimos. Nos íbamos a Río. Quedamos en el aeropuerto: Juan, el fotógrafo; Pedro, su asistente; Javier, el estilista; Lucía, su asistente; Arantxa, la maquilladora y peluquera. Más un servidor. Todos nos conocíamos, y ya habíamos compartido alguna que otra #AbsolutNight en Madrid. El vuelo de las modelos nos lo ahorrábamos. Hicimos casting entre las modelos que desfilaban en la pasarela. Conseguimos a Katarzyna, una new face que poco después dispararía Steven Meisel y Mario Testino. Eso sí, solo podíamos disparar el lunes. El martes comenzaba la pasarela y era imposible conseguir otra modelo que mereciera la pena.
El vuelo salía el sábado a medio día y llegábamos a Río unas 11 horas más tarde, a las 6 de la tarde con el cambio horario. El plan de trabajo era el siguiente: el domingo localizar en las playas de Río de Janeiro; el lunes disparar las fotos; martes, miércoles, jueves y viernes, desfiles y playa. El sábado lo reservamos para la vuelta.
Después de facturar, uno de mis rituales cuando hago un viaje en el que sé que voy a sufrir jet lag, es pillar una botella de Absolut en el Duty Free. Por experiencia sé que es lo mejor para aclimatarse al nuevo horario. Cenar pronto y unos Absolut Drinks en la habitación del hotel. Y a la mañana siguiente despertarme fresco como si fuera un carioca de toda la vida.
En teoría viajábamos el mejor mes, abril. Buen tiempo, pero no demasiado calor. Es cuando comienza la temporada baja allí, y las playas no están tan pobladas. Lo habíamos planeado todo a la perfección. Pues bien, según aterrizamos en Río empezó a caer una tormenta increíble. Y eso que el Weather Report anunciaba cielos despejados. “Não se preocupe, as tempestades são curtos no Rio de Janeiro”, nos dijo alguien en el aeropuerto. Vamos, que la tormenta duraría unos minutos.
Y tenía razón, cuando llegamos al hotel ya había parado de llover. Estábamos junto a la playa de Botafogo. Al final mi idea original de tomar unos chupitos en la habitación no pudo competir con los Absolut Drinks que preparaban en el bar de la azotea del hotel y sus maravillosas vistas al cerro de Corcovado. Esa primera noche triunfó el Vodka Mojito: 6 hojas de menta, 4 cuartos de lima, 3/4 partes de almíbar, 1 2/3 de Absolut Vodka Soda y una ramita de hoja de menta, nos comentó el bartender. Aquí abajo os dejo la receta:
A la mañana siguiente nos despertamos pletóricos. Nos esperaban casi 7 kilómetros de playa. Nuestro plan era recorrerlos de arriba a abajo, de Leme a Leblon, atravesando los 12 “postos”… una especie de viaje antropológico a través de la cultura carioca, ya que alrededor de cada uno de estos 12 puestos de socorristas se aglutinan diferentes grupos sociales, y, entre medias, siempre turistas, como nosotros. La verdad es que mirásemos para donde mirásemos, todo era una localización perfecta para las fotos del día siguiente. Tampoco queríamos hacer algo turístico, cualquier sitio nos funcionaba: queríamos solo arena, mar y cielo. Un poco rollo Rineke Dijkstra.
Al mediodía llegamos a la Vila dos Pescadores. Y, claro, paramos a comer. Allí nos sorprendieron con un aperitivo Absolut: Lemon Drop: 1 parte de Absolut Vodka, 2/3 partes de zumo de limón y 1/3 de triple seco. Tan bueno, que repetimos de postre. Y con las pilas cargadas nos dirigimos hacia la playa de los surfers, el posto número 7. Aquí nos tiramos un buen rato, a Juan, el fotógrafo, le dio hacer de paparazzo y retratar el life style de los surferos. Un poco más allá, Ipanema. Pero no llegamos, al final nos quedamos a ver cómo se ocultaba el sol entre los picos Dos Irmãos. Y cuando estábamos tentados de volver al bar a por otra ronda de Lemon Drop comenzó a llover como no he visto en mi vida. “Não se preocupe, as tempestades são curtos no Rio de Janeiro”.
Pero el caso es que llegamos al hotel, empapados, y seguía lloviendo, cada vez con más fuerza. Decidimos darnos una ducha y esperar tranquilamente a que escampe. Cosa que no ocurre. Así que nos quedamos a cenar en el hotel. Al principio estamos tranquilos. Confiamos que “as tempestades são curtos no Rio de Janeiro”. Pero, entre plato y plato, las voluminosas gotas lluvia golpean los cristales violentamente. El viento sopla con garra y el cielo comienza a iluminarse periódicamente con rayos zigzagueantes. Comenzamos a temer por la sesión de fotos del día siguiente. Es más, entramos en pánico. No tenemos plan B. Así que tras una brain storming y un Espresso Martini (Una parte y 2/3 de Absolut Voda, media parte de Kahlúa, una parte y 2/3 de café expreso frío, 1/3 de Almíbar y 3 enteros de grano de café), optamos por lanzarnos a la aventura nocturna de buscar localizaciones alternativas. No sabemos por dónde empezar: una gasolinera, un invernadero, un bar, un club, un chalet, una piso con grandes ventanales… ¿por qué no una suite? Preguntamos en el hotel si esa opción es factible. Nos responden en recepción que habría que esperar a la mañana siguiente para consultarlo con el responsable, pero nos avisan de que están completos, es Fashion Week. Mientras, sigue lloviendo. Obviamente, nadie ha traído impermeables, ni paraguas. En recepción nos prestan unos que nada más doblar la esquina se descuajaringan por culpa del vendaval.
En ese momento comienza un periplo nocturno por las calles cariocas que me recuerda a la célebre película de Martin Scorsese, After Hours (Jo, Qué Noche). Por recomendación de la recepcionista vamos en primer lugar a Bom Sujeito, un lugar muy pintoresco con vinilos que adornan la pared. Podría servir para las fotos, tiene un rollo muy indie. La chica del guardarropa nos presenta al encargado. Y nos da su tarjeta para que le llamemos al día siguiente. “quando eles querem eo que eles querem” nos dice muy simpático. Más tarde, un camarero nos recomienda el Club Six, un local con decoración medieval. Luego vamos a otro local con una lámpara de araña inmensa. Me sorprendió que no se cayera con tanto bpm. Nunca había visitado tantos clubes, ni conocido a tantos relaciones públicas en una sola noche. Todos parecían encantados de que hiciéramos fotos en su local. Lo malo eran las prisas. Lo bueno es que casi todos nos invitaban a algo. La elección de la noche era Absolut Drinks. Dicen que mejor no mezclar. Y todo esto sin parar de llover ni un momento.
Una noche de truenos y relámpagos muy divertida. La verdad es que lo de las fotos del día siguiente nos había dejado de preocupar. Pero seguíamos preguntando a todo el mundo por localizaciones. Era una forma de hacer amigos y todo el mundo estaba muy dispuesto a echarnos una mano. Yo creo que nos recorrimos todos las discotecas de Río: Fuimos al Tipsy, con una decoración estilo Las Vegas muy top…, también al 00, muy snob, pero bien… a La Passion… a Le Boy. Y finalmente terminamos, no sé cómo, en el Baronneti, un espacio muy vanguardista dedicado a la electrónica. Allí conocimos a Marcelo Cic, hoy en día uno de los djs brasileños más importantes del mundo. Súper majo, nos llevó a un par de fiestas privadas en unos apartamentos que eran tan grandes como toda mi comunidad de vecinos. Desde sus ventanales vimos la tormenta en todo su esplendor. Al cabo de unos días leí que uno de los rayos alcanzó al Cristo Redentor de Río de Janeiro -el monumento más famoso de la ciudad- y le resquebrajo uno de los dedos de su mano derecha. Por lo visto, en la ciudad caen unos 5 millones de rayos al año. Pero eso le daba igual a todo el mundo que estaba en la fiesta: súper high fashion people. Nosotros estábamos encantados. Nos reíamos pensando que era un buen truco este de decir que estabas buscando localizaciones. Al final nos habíamos colado en mogollón de fiestas. Y lo mejor es que habíamos conocido a gente estupenda.
Era de día cuando llegamos al hotel. La hora perfecta para desayunar. Nada más terminar, cesó de llover. En recepción nos esperaba Katarzyna, puntual, a su hora según la citación. A nosotros ya se nos había olvidado lo de la sesión de fotos. Pero el cielo azul lucía resplandeciente, igual que la modelo. Nos entró el sudidón. Cogimos la cámara, los bañadores y las plataformas y nos fuimos a la playa, pletóricos. Jamás habíamos estado tan despiertos. Fue una de las sesiones más fluida que recuerdo. Eso sí, después de una #AbsolutNight de casi 24 horas súper productiva, nos merecíamos un buen descanso. Aun nos esperaba la Fashion Week al día siguiente.
Como ves, cualquier noche puede ser una #AbsolutNight. Puede ser en cualquier ciudad… en un club, en un festival, en el campo, en una casa, en un restaurante o hasta en un grupo de WhatsApp… Puede ser en cualquier sitio siempre que haya alguien para compartirla, porque todos somos creadores de las #AbsolutNights, desde el granjero que cultiva trigo en Ähus (Suecia), hasta el barman, desde la destilería hasta el dj. ¿Cuál es tu #AbsolutNight?
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