La síntesis de medios caracteriza “Angst”, nuevo trabajo de la artista alemana Anne Imhof. Escenografía, coreografía, visuales, sonido y teatro. Literalmente una “obra de arte total”.
Anne Imhof (Gießen, 1978), ganadora del premio de la Nationalgalerie de Berlín en 2015, presenta durante este año Angst, un collage de piezas que combinan exposición y performance y que está concebida como una ópera en tres actos que se expande en tiempo y espacio a lo largo de tres exhibiciones en diferentes países, que como los actos están vinculadas una con otra. La primera parte se presentó en junio en la Kunsthalle de Basilea, la segunda en septiembre en la Hamburger Bahnhof de Berlín y la tercera el pasado octubre en la Bienal de Montreal. Según la artista, Angst II –a la que corresponden las fotografías–presentada en Berlín, marca el punto de inflexión de este complejo trabajo. En sesiones de cuatro horas y bajo una nebulosa blanca y espesa, fuimos testigos de una composición consistente en música; texto; esculturas suspendidas del techo, similares a sacos estirados de boxeo, hechas de cuero blanco y resina; pinturas representando los diferentes caracteres; performers; un personaje encarnado por un halcón, el profeta; y drones formaban una perfecta visión de conjunto. Hay numerosos artículos de marca en la escenografía: espuma de afeitar, latas de refresco o ropa deportiva usada por los actores, quienes lo mismo beben, fuman, cantan, como andan o corren por el espacio.
Una se despelleja la camiseta literalmente como si de una segunda piel se tratara, mientras que otros se aplican la espuma de afeitar en el torso, rodillas o cejas para posteriormente ser afeitada a navaja. La música de la pieza llena todo el espacio y somete la acción a su propio ritmo. Mientras que en Basilea eran arias en perfecto orden temporal: marchas, vals o baladas, los elementos espaciales en Hamburger Bahnhof evocaban un concierto de rock. Las composiciones musicales escritas para coro –creadas por Billy Bultheel e Imhof para Angst II– no fueron interpretadas por voces sino que se activaron usando los teléfonos móviles de los bailarines, quienes, equipados con micrófonos sobre el cuerpo, amplificaban y combinaban el sonido con sus movimientos corporales formando un conjunto orquestal. Mientras tanto, una equilibrista cruzaba el espacio verticalmente en semioscuridad a modo de reloj que marca y proporciona el pulso de la pieza. No hay explicación, ni linealidad, ni desarrollo de las situaciones que se generan en el espacio; solo imágenes, tan momentáneas como crípticas y asfixiantes. En conclusión, Imhof consiguió cautivar al público con su representación del caos ultra contemporáneo.
Fotos: Nadine Fraczkowski