#AbsolutNights Aeropuerto o cómo una noche que prometía ser una pesadilla se convirtió en una de las mejores noches del año
Fue haces unos meses. Me quedé atrapado en el aeropuerto de Munich haciendo escala. Perdí la conexión con el último vuelo a Madrid. La verdad es que tengo gafe con este aeropuerto . Aquí me perdieron una maleta haciendo escala a Berlín. Otra vez olvidé la cartera en el avión, y no la recuperé. Y ahora no solo perdí la conexión a Madrid, sino que también el móvil. Tanto la cartera como el móvil los perdí por llevar pantalones holgados, la comodidad me pierde. Así que nunca más, a partir de ahora vuelo en plan skinny para que no se me caiga nada de los bolsillos.
Bueno, el caso es que lo que me faltaba era pasar la noche en este maldito aeropuerto. Lo que no podía predecir es que al final la pesadilla se convertiría en una auténtica #AbsolutNights, una de las mejores noches de mi vida.
Al principio estaba bastante desesperado. Tenía mogollón de hambre y todas las cafeterías y restaurantes de la zona de embarque estaban cerrados. Tampoco podía salir de la zona de embarque porque me arriesgaba a quedarme fuera y tampoco tenía la seguridad de que hubiera algo abierto. Coger un taxi a Munich me daba mucha pereza… era casi la una de la madrugada, tampoco tenía certeza de encontrar algo abierto y mi avión salía a las 6 y media de la mañana. Solo tenía el recurso de las máquinas expendedoras de bebidas y alimentos (bueno, alimentos… snacks, patatas fritas y unos sandwiches de poliuretano, o algo así). Pero, maldita sea, la máquina no admite tarjetas de créditos y los billetes me los escupe. Me aventuro a hacer un casting entre la treintena de personas que se disponen, como yo, a hacer noche en la terminal… así estoy yo, terminal.
A ver quién tiene cara de poder cambiarme algún billete en monedas. La mayor parte de la gente o duerme o se lo hace, el resto intenta evitar el contacto visual. Finalmente veo a un tío que parece majo. Está montando una especie de campamento en una esquina… Ha enchufado el móvil a la corriente, tiene su yoga mat para el suelo, saco de dormir, provisiones… y yo creo que tiene hasta wifi… me acerco y le digo en mi inglés particular: “parece que tienes de todo… ¿tendrías también cambio de 20 euros en monedas?”. Por supuesto, no me entiende. Al final resulta que es Español, mallorquín. Y no, no tiene cambio. Le cuento mi problema y me dice que no me preocupe, que él lleva provisiones para un regimiento: barras energéticas, embutido envasado al vacío… y hasta un par de tuppers con comida precocinada que en caso de necesidad calienta en el servicio.
– “¿Cómo?” -le pregunto-.
– “En el servicio. Tapono el lavabo y lo lleno de agua caliente varias veces. Es como ponerlo al baño María, pero a fuego lento. No es que sea muy ecológico, pero…” -Me explica-
Me quedo flipado. Resulta que Joan, así se llama, es un blogger de viajes de aventuras. Todavía no llega a influencer, acaba de empezar en esto, pero llegará a serlo, seguro. Me cuenta que su plan es dedicarse un año a viajar, acaba de terminar turismo, ha hecho unos cursos de fotografía y que su estrategia es hacerse un nombre en las redes para terminar montando su propia compañía de viajes de aventuras. Me cuenta que él tenía ya planeado quedarse a dormir en el aeropuerto, en plan experiencia, para narrarlo. Por lo visto, me dice, hay una web -Sleeping Airports- donde la gente va contando sus peripecias en las terminales con información sobre cuál es el mejor sitio para dormir, dónde encontrar wifi… y demás datos de interés. Tienen hasta un ranking de cuáles son los mejores aeropuertos para dormir. Si tuviera móvil miraría a ver qué tal el de Munich.
Al rato se nos acerca otro moribundo. Es un chico polaco. Se llama Grzegorz (vamos, Gregorio). Habla español, trabajó en nuestro país durante unos años, en la construcción. También fue modelo ocasional. Ahora trabaja de booker en una agencia de modelos en Varsovia. Pero lo que quiere es montar una agencia de influencers y celebrities. Todo eso y más cosas nos lo cuenta, claro, a lo largo de la noche. De primeras, solo nos propone un intercambio. Un poco de embutido por unos chupitos de Absolut. En la mochila tiene 2 botellas. Las compró en el Duty Free de Londres. Las llevaba a Varsovia como regalo para su padre y su hermano.
Joan le dice que sí. “Vale, venga. Y nos montamos una fiesta aquí mismo”. Y la cosa enseguida se anima. Incluso aparecen nuevos invitados. Por ejemplo, Geraldine. Una chica francesa estudiante de Bellas Artes. Terminamos bailando. En silencio, claro, para no molestar. Cada uno con sus cascos y su móvil. Bueno, menos yo que no tenía… solo imitaba los movimientos de los demás.
Entre chupito y chupito de Absolut (eran muy pequeños… justo lo que cabía en el tapón de la botella), aparte de bailar también hablamos, y mucho. Geraldine nos contó su sueño: montar un plataforma para comprar obras de arte, una especie de multipropiedad pero solo de arte, con un plan de recuperación de la inversión a medio plazo. Alucino con las ideas que tiene la gente. Grzegorz también. Él quiere montar una agencia de celebrities. La gracia es que quiere venderlos enlatados. Es decir, que les hace una sesión fotográfica con diferentes looks y de fondo un croma. De esta forma, el cliente puede poner detrás el decorado y los logos que quiera sin necesidad de contar la presencia física del famoso, mucho más económico. Bueno, me parece súper idea.
Y así pasamos la noche. Al final tampoco puedo presumir de haber dormido en un aeropuerto, porque en realidad no pegué ojo. Hablamos, reímos, bailamos. Fue una #AbsolutNights.
Pero todo tiene su fin. Empieza a amanecer. Mi vuelo va con retraso. Me apunto los perfiles de Joan, Geraldine y Gregor para seguirles en las redes. Y le dejo pelas a Gregor para que reponga el Absolut en cuanto abra el Duty Free. Seguro que todos recordaremos esta noche durante años.
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