FITZGERALD MÁS DE MODA QUE NUNCA
No es casualidad que coincidan en las librerías españolas una nueva versión de El Gran Gatsby (Anagrama) con un texto inédito en castellano de Scott Fitzgerald, Como sobrevivir con 36.000 dólares al año (Gallo Nero), y que Baz Luhrman prepare una versión en 3D (¡terror, terror!) de tan insigne novela con Leonardo DiCaprio y Carey Mulligan. También es inocente pensar que se debe a una plausible intención de revival de aquellos años previos al crash del 29 que tan bien nos vendría haber observado. Las razones, como siempre, son mucho menos románticas: Scott Fitzgerald falleció en 1940 y casi universalmente los derechos de autor se deshacen pasados setenta años de la muerte del autor. Que la explicación sea absolutamente crematística no le roba al asunto una pizca de alegría, todo lo contrario pese a que tengamos que sufrir a Baz Luhrman. Más ahora, que se muerden a los clásicos en malas traducciones gratuitas bajadas para el kindle o regalados por algún periódico. Sin ir muy lejos, la primera aproximación a El gran Gatsby del que esto firma fue en una edición obsequio del diario El Mundo de la que sólo puede recordar erratas. Esta nueva, hecha por Justo Navarro, podría ser el paradigma de la traducción ideal: sutil, estudiada a fondo y cariñosamente cuidada. A la historia de Gatsby, el misterioso antihéroe romántico adorador de lo inmenso, las grandes mansiones, fiestas, coches y pasiones, Navarro le suma un nuevo eco reforzando la voz de su narrador, Nick Carraway, al que pocos recuerdan aunque sea casi más protagonista que el protagonista. Un vendedor de bonos del que apenas sabemos nada, salvo que es su vecino; un individuo admirativo, que pasa por los hechos solícitamente, como un espectador discreto y obediente, sin implicarse, y que se presenta en los primeros párrafos como alguien al que enseñaron a no juzgar a nadie pero que juzga como el que más.
Las obras maestras deberían leerse así, en ediciones perfectas para empaparse de su inmensidad. Especialmente El gran Gatsby, de forzada lectura y casi más obligatoria relectura por su manejable dimensión (apenas doscientas páginas), en la que uno puede zambullirse desde los más puntiagudos vértices: la novela de amor platónico, de amor usurero, de amor despechado, de amor no consumado, de amor inmaduro, de amistad, de adoración, de crímenes o incluso como estandarte de la generación perdida. Podría hasta analizársela en parte como guión de cine o pieza teatral. Scott Fitzgerald perteneció a ese grupo de inmensos escritores a los que Hollywood mutiló el talento y que tienen en el ficticio Barton Fink a su emblema: Capote, Hemingway, Faulkner o Cheever, por citar algunos a vuelapluma. Apenas se les recuerda en los créditos de alguna película pero su don como dialoguistas es innegable. Otro don de El gran Gatsby, literatura suprema aunque repetirlo sea un lugar común. Lo que no es tan común es poder disfrutarla de un modo tan delicioso. Y como contrapunto: dar las gracias a Gallo Nero, una de esas editoriales pequeñas que están reforzando el panorama librero patrio aportando lo menos conocido de los más conocidos. Como sobrevivir con 36.000 dólares al año contiene un par de textos autobiográficos de 1924 (el año en el que escribía Gatsby, que se publicó en el 25), el del título y su secuela, Como sobrevivir con casi nada al año. Un par de piezas tronchantes que hablan de la tendencia de los Fitzgerald a gastar en cosas tan esenciales como hoteles, teatros, fiestas, cenas, comidas, ropa y servicio en casa y vivir con el agua al cuello. El gran Gatsby y Como sobrevivir… son dos libros que aparentemente no guardan nada en común pero que habría que leer casi a la vez, o enlazándolos. Debajo de la apariencia frugal de este segundo hay un humor agudísimo que confirma la escasa línea que hubo entre autor y personaje, que la adoración por lo inmenso de Gatsby, las grandes mansiones, fiestas, coches y pasiones, era también la de Scott Fitzgerald.